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La chica llevaba la medallita colgando entre las tetas y no pude evitar prestarle atención. A la medallita, se entiende.
- ¿Quién es? -pregunté rápido en cuanto levanté la vista y vi que me estaba mirando.
- Sao Gonçalo -dijo ella- Es mi santo.
- Qué bien. ¿Y es el patrono de quienes?
- De las prostitutas.
- Ajá... mirá vos.
Cuando me recuperé de la impresión, me informé mejor y descubrí que este curioso personaje portugués, por vuelta del siglo XIII, en su afán de salvar pecadores, se vestía de mujer (sic), tocaba la guitarra y bailaba alegremente. ¿Cual era su plan? Todos los sábados hacia bailar a las trolas con él hasta que caían extenuadas y de esa manera, creía él, se veían libres de pecar los domingos porque no les daba el cuero.
Se me ocurren varios planes "B" para nuevos sábados de purificación y agotamiento de chicas tentadas pero no los voy a detallar aquí. Primero quiero asegurarme mi propia medallita y su ubicación privilegiada.
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