viernes, enero 30, 2009

Funcionarios argentinos

- Hoy fui al Registro Nacional de las Personas -me cuenta por teléfono y ya siento que en su voz hay algo de rabia- Es un turno que me dieron seis meses atrás. ¡Joder! Estuve siete horas y media para hacer los trámites. Una hora y media hasta que me atendieran y confirmaran que los papeles que traia eran correctos. Otra hora y media hasta que otro me tomara los datos. Dos horas más hasta que me tomaron las huellas dactilares. Dos más para la foto. Ahora tengo que volver en Junio para retirarlo. Le pregunté a uno de los que me atendió porque no juntaban al que confirmaba que los papeles estaban en regla con el que te toma los datos, por ejemplo, para bajar aunque sea un par de horas de espera. Me contestó que como se trabaja mal, las cosas se hacen mal. Nada más que argumentarle. Parecia ser del enemigo pero estaba dispuesto a prenderle fuego a todo junto conmigo. Y todo ese tiempo de espera hay que pasarlo rodeado de familias tiradas en los rincones, gente durmiendo; bolivianos, peruanos, paraguayos. Parece que el DNI se lo dieran nada más que a los pobres.

miércoles, enero 28, 2009

Una luz de esperanza en el mundo


Fundamental. A días de haber asumido el nuevo mandatario norteamericano Barak Obama, el futuro se presenta auspicioso para él. Es que la noticia del día es que la imagen de los EEUU está en alza entre los argentinos.. Tal como lo están leyendo. Dicen que Obama se levantó de madrugada y recibió la estimulante encuenta de Ibarómetro en bata, rodeado de la plana mayor de sus Ministros en el Salón Oval y que todos lloraron de emoción. Parece que Obama hasta masculló entre sollozos: "Thank you, thank you, argentain people!"

Y después algunos se sorprenden de que Maradona diga las cosas que dice como si fuera en serio. ¿Acaso no es argentino también?

lunes, enero 19, 2009

Letterman's Top 10 George Bush moments

Sería mucho más gracioso si no hubiese sido el Presidente de la primera potencia mundial no una sino dos veces, y después de ocho años el mundo no estuviera en el estado en que él lo deja. ¿Los romanos se habrán reído de las ocurrencias de Nerón? ¿Y el bigotito de Hitler? ¡Eso sí que es gracioso!

domingo, enero 18, 2009

Bilingüe 2009

No hay caso. Otro año en Brasil y sigue pareciéndome muy extraño que al irme de algún lugar -como el restaurant en el que acabo de cenar-, el gerente, un simpatiquísimo gay, me diga con una sonrisa de oreja a oreja: "Bom ano!". Es que me suena como un elogio un poco atrevido.

sábado, enero 17, 2009

viernes, enero 16, 2009

Recuerdo de cumpleaños

Catorce años atrás me faltaba el actor que pudiera hacer el papel del Capitán Enamorado. Y como siempre, papá me sacó las papas del horno. No se quejó ni una vez pero después me dijo que había sido un tanto despótico con él. Poco paciente, digamos. En fin: un recuerdo en el que hubiera sido su cumpleaños, en el caso de que hubiese seguido cumpliéndolos.

martes, enero 13, 2009

El fin del falso progresismo

Jorge Fernández Díaz
LA NACION

Comían en un restaurante del centro y se quedaban conversando hasta la madrugada. Hacían un análisis detallado de la marcha del país y soñaban juntos con lo que sucedería si llegaban al poder. Durante años de menemismo tardío y alianza reluciente, Néstor Kirchner se reunía con uno de sus principales aliados nacionales, hoy desterrado de su gabinete y del país, y hablaba a borbotones de las políticas fundamentales que habría de poner en marcha si llegara a ser presidente de la Nación. Sin saber que el sueño algún día se volvería realidad.
"Te juro que tocamos todos los temas nacionales, hasta los más ínfimos" me cuenta el desterrado."Y nunca, jamás de los jamases, mencionó la política de derechos humanos ni los juicios a los represores de la dictadura militar." Inmediatamente después de asumir la Presidencia, Kirchner sorprendió a su amigo al colocar esa problemática al tope de su agenda.
Dos meses después de la llegada de Kirchner a la Casa Rosada almorcé con otro miembro de su entorno, al que conocía desde el otoño de mi propia adolescencia.
Recuerdo que cuando yo era joven él militaba en un partido trotskista y que era un gran jugador de ajedrez. Muchos años después, se ufanaba ante varios contertulios, entre los que yo me encontraba, de su heroica militancia en la Juventud Peronista de la Tendencia. "¡Pero si vos eras trosco y odiabas a los montos!", le recordé. Me lo negó sin pestañear, como si yo estuviera loco. Luego me encontré con dos ex compañeros suyos y me relataron una escena parecida. Estaban escandalizados: el flamante funcionario se había inventando un pasado para pertenecer al círculo áulico de Kirchner. Un ilusorio ayer, como decía Borges. Y se había creído la mentira.
Por aquellos tiempos almorcé también con un ex jefe de la organización Montoneros. Fue un almuerzo un tanto surrealista, puesto que ocurrió en una suite del más famoso hotel de la zona de Retiro.
Los montoneros cantaban, en los setenta, "¡Qué lindo, qué lindo que va ser el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel!". Pero ahí estábamos, en una habitación del Sheraton, degustando platos de autor y libando vinos exquisitos. El ex dirigente se había convertido en un próspero empresario y me citaba para contarme sus múltiples negocios.
Cuando Mario Eduardo Firmenich salió de prisión, el hombre que comía frente a mí y me servía la copa le había dicho: "Pepe, se acabó. Ahora, cada uno por su cuenta". El comandante Pepe siguió un tiempo vinculado a la política, pero mi interlocutor se había desprendido del guerrillerismo y se había abocado con tesón y éxito evidente al mundo de las empresas. Curiosamente, este personaje se sentía más proclive a reconocer errores que muchos intelectuales setentistas: les había pedido perdón a varios de sus antiguos contrincantes políticos, a los que Montoneros había despachado a golpes de granada y metralleta, y tenía mucho pudor en andar levantando el dedo como si pudiera ser fiscal de la República después de haber cometido tantos desatinos: haber pensado que Perón era socialista, haber pasado a la clandestinidad bajo un gobierno democrático, haber asesinado a oponentes y a compañeros, y otras aberraciones de la época.
"¿Y qué piensa de los Kirchner?", le pregunté. El ex dirigente montonero se limpió la comisura de los labios y dijo, educadamente: "Durante la revolución sandinista, el pueblo tomó Managua y los sectores derechistas debieron abandonar en las calles el armamento que tenían y echar a correr. Cuando la batalla había terminado, los estudiantes, que se decían milicianos, salieron de sus casitas y de las facultades, tomaron posición en los nidos de los armamentos abandonados y estuvieron toda una noche disparando contra la oscuridad y contra la nada porque ya no había nadie. Después pidieron medallas. Eran jacobinos con los enemigos, y afirmaban que ellos eran los que habían hecho posible la revolución".
Lo miré a los ojos. El veterano montonero bebió un sorbo de malbec y me dijo: "Los kirchneristas son los milicianos de Managua".
La invención de un ilusorio ayer, la brusca vocación setentista y la repentina adopción de las palabras y los símbolos de la izquierda por parte de un peronista clásico y feudal no son, en sí mismos, buenos ni malos. Son, simplemente, rasgos de un gran montaje: hacer pasar una vez más al peronismo por lo que no es.
Pero ¿por qué los Kirchner adoptaron esta estrategia? La explicación no es psicológica, sino política. Para entender la maniobra, que hoy empieza a desgajarse, hay que partir de un hecho poco estudiado. En la Argentina, el llamado progresismo lideraba la opinión pública.
El progresismo no es un partido. Es un movimiento invertebrado de gran predicamento que se reserva para sí la autoridad moral de velar por los pobres y desposeídos en un mundo dominado por el individualismo y el mercado salvaje. Se trata de un colectivo que integran restos del marxismo, socialdemócratas, ex alfonsinistas, nacionalistas de izquierda y artistas libertarios. Las posiciones progre vienen dominando históricamente el gremio de la prensa escrita, los cenáculos intelectuales y la enorme grey urbana de la queja pop, que representa las "buenas conciencias" y opera desde los sites de los medios y desde los contestadores automáticos de las radios.
Durante largo tiempo, los llamados opinators (opinadores a mansalva) sostenían posiciones "progresistas". Menem unió a toda esta gran familia en su contra: los setentistas, que por historia tenían más experiencia de lucha, condujeron el colectivo contra el riojano y lo hostigaron sin miramientos. Hijo de esa posición unificada resulta el boom del periodismo de investigación y denuncia de los años noventa.

"Contra Menem estábamos mejor", se quejaban los progresistas cuando se dividieron aguas, en época de "Chacho" Alvarez y Fernando de la Rúa: ya no estaban tan seguros de dónde estaba el bien y dónde estaba el mal.
Kirchner y su esposa tenían una pálida y remota militancia de izquierda en los setenta. Pero hicieron fortuna durante la dictadura, integraron la renovación justicialista, acompañaron el proyecto de Menem y, al final, se transformaron en los primeros duhaldistas. Eran tan peronistas que nadie podía confundirlos, en una noche de luna llena, con ningún progre , por más mala vista que tuviera.
Raquítico de votos, en un país que le quedaba grande, Kirchner se propuso entonces cautivar al colectivo progresista e incluso sentarse a su volante. Lo logró con muy poco: ofensiva contra los dinosaurios del Proceso, entrega a los setentistas de la política de defensa, subsidios para las Madres de Plaza de Mayo, empleos públicos directos o indirectos para periodistas e intelectuales adictos, y jubileo para artistas populares del palo.
Fue una estrategia sumamente inteligente y exitosa. El hostigamiento a los represores colocó al kirchnerismo como campeón de los derechos humanos y sepultó bajo ese asfalto de bronce una tonelada de indicios y sospechas de negociados turbios. El tan argentino "roban, pero hacen" fue sustituido imaginariamente por el flamante "roban, pero enjuician".
Lo que horrorizaba en el "menemato" era minimizado e ignorado en la era kirchnerista: como si la honradez progre fuera menos necesaria que la honradez neoliberal. Y así fue como muchos manuales de ética y periodismo se quemaron en la hoguera de la deshonestidad intelectual. No hay que hacerle el juego a la derecha, argumentaban los mismos que eran fiscales éticos e impiadosos del poder en los noventa. Y callaban, o relativizaban, o pateaban la pelota afuera.
Kirchner entendió como nadie esta dicotomía de buenos y malos. Si estás en el lado correcto, tenés a los opinadores a tu favor y se te perdonan los renuncios. Si los tenés en contra, perdés y caés en desgracia. Así de simple.
La anestesia fue tan grande que le permitió seguir obteniendo el apoyo de gran parte de la comunidad progresista pese a sus evidentes políticas de derecha. ¿Podríamos imaginar lo que hubiera ocurrido si Menem o Macri hubieran pagado cash y enterita la deuda externa al FMI mientras existían escandalosas cifras de miseria en el país? ¿O si Duhalde hubiera empujado una ley para permitir un blanqueo de capitales que abriera la puerta al lavado de dinero? Digámoslo en castellano: el progresismo se los hubiera comido crudos. En vez de eso, una parte importante del colectivo festejó el primer gesto como un acto de autonomía del país soberano y el segundo, como el feliz intento de repatriar inversiones para superar la crisis.
A lo largo de cinco años de gestión a todo vapor y con todo el poder, en el país de los Kirchner se abrió la brecha entre los ricos y los pobres, aumentó la concentración económica, se utilizó el superávit para subsidiar escandalosamente a los grandes consumidores eléctricos, se incrementó el gran impuesto a los desposeídos que es la inflación y se pagaron tasas usurarias a Venezuela. El matrimonio presidencial se alió con los barones del conurbano bonaerense (Aldo Rico incluido), apoyó a los gobernadores y caciques más recalcitrantes del peronismo ortodoxo, cedió poder y beneficios a los burócratas sindicales, copó el Consejo de la Magistratura, propició la censura, ayudó económicamente a dóciles periodistas de derecha, mientras echaba de la televisión a Jorge Lanata y Alfredo Leuco y de la radio, a Pepe Eliaschev, creó un sistema de empresarios amigos de dudosa prosperidad y alentó a grupos de choque que se dedicaron a amedrentar y a romper marchas callejeras de libre expresión.

La posición crítica de varios intelectuales importantes del progresismo, como Beatriz Sarlo, y la deserción de Miguel Bonasso, que no tiene relevancia política, pero sí simbólica, va mostrando que la épica progresista montada como relato y coartada tiene límites y fecha de defunción.
Otro amigo mío, que militó en la Juventud del Partido Comunista y que se divierte amargamente con las picardías de Kirchner, me dijo este fin de semana agarrándose la cabeza: "Lo increíble no es que Néstor les haya dado tanta papilla en la boca. ¡Lo increíble es que la hayan comido con tanto gusto! Y ahora, de repente, se despiertan con indigestión, abandonan la cocina y denuncian, indignados, al cocinero. ¿Cuántas veces los van a echar de la Plaza?".

viernes, enero 09, 2009

Si yo fuera Maradona...

El documental de Kusturica sobre Diego Maradona es un verdadero acontecimiento. No digo que sea una obra 100% lograda pero Kusturica es lo suficientemente talentoso -y zorro- de no pretender revelar toda la complejidad del probablemente más famoso jugador de fútbol que ha habido y sin duda el más inexplicable. De alguna forma se intuye que a lo largo de los dos años que el director serbio se dedicó a aproximarse de la figura de Maradona, la información a veces le fue esquiva y que tal vez no obtuvo todo el material que al empezar el proyecto podría haber soñado con conseguir. Maradona es así. Su lado emocional a flor de piel conquista a cualquiera pero con sus dobleces hipócritas y arbitrarios, propios de todo adicto (como decir que "la pelota no se mancha" como si a él realmente le importase haberse manchado), esquiva todo lo que quiere evitar dejar al desnudo como en una gambeta digna de su talento.

Kusturica consigue algunos momentos que sin embargo son fantásticos para el público y para él mismo. Como cuando se da el gusto de rememorar junto con el Diez en persona en el campo del Estrella Roja de Belgrado -su club- el gol que este le hizo jugando con el Napoli en alguna de las copas europeas. Pero si hay un momento realmente emocionante de todo el film es cuando Maradona se encuentra en una calle de barrio con Manu Chao, que le canta una canción sobre él. En ese instante extraordinario, Kusturica -omnipresente en todo el film- se hace a un lado y deja al Diez parado solo en medio de la calle, mirando y escuchando a Manu Chao desde el fondo de unos anteojos negros que impiden que nosotros veamos que está sucediendo en lo profundo de su alma. Creo que todo el trabajo de Kusturica vale para llegar a este momento, que completa una escena anterior en la que el propio Diego canta la canción que le hizo Rodrigo junto a su mujer y sus hijas en un boliche. Diego en ese momento era narrador de su propia historia como un trovador, pero ahora, en medio de una multitud de curiosos aunque solo frente a Manu Chao, apenas le resta escuchar lo que el francés le dice que hubiese hecho si él hubiera sido Maradona. Imposible saber lo que le pasa por la cabeza y el corazón en ese momento sublime. Pero es evidente que algo le pasa.

Es una escena inolvidable para cualquier biogafía. Hasta Lolo va estar satisfecho de haber quedado inmortalizado en ella, en la persiana metálica de fondo, aunque ahí lo llamen "puto".

miércoles, enero 07, 2009

Casi tres años después...

... de repente se trata de "reflexionar" y de ver que "la solución del problema pasa por otro lado". Alguien entonces debería reflexionar para que instalaron una garita de gendarmería en vez de buscar las soluciones esas que, evidentemente, están en otro lado.

martes, enero 06, 2009

Felisa, me muero.

Volvió al país un par de semanas antes de Navidad y con espíritu de balance reflexionó:
- Y acá estamos todos. Un año más…
- Es verdad –recordó un amigo en la mesa-. Nos reunimos por última vez hace un año, justo el 10 de Diciembre. Me acuerdo porque ese día asumió Cristina Kirchner.
-Entonces diría, un año menos.