sábado, julio 15, 2006

El libro negro del cazador (primeros capítulos).

Cuando llego a Sao Paulo de vuelta, me encuentro con Heitor que me da la bienvenida y me dice sin preámbulos:
- Esto está una jungla.
Después me explica que no habla de los ataques relámpago del PCC sino de la evolución de las relaciones hombre-mujer en la noche paulista. El concepto de ‘jungla’ viene acuñándose hace un tiempo entre nosotros, pero sólo la otra madrugada, dice Heitor, cayó en la cuenta de lo literal que puede llegar a ser el asunto. Estaba en algún antro, con todo el espíritu del cazador encendido, cuando de repente vió a una chica con un tapado de cebra. Se dio vuelta y había otra con una mini de leopardo. De repente empezó a ver a todas las que tenían boas de plumas, chaquetitas de cuero de conejo y botas de serpiente. Y supo que la jungla ya estaba entre nosotros. Mientras me lo contaba, yo pensaba en el Gran Oso Panda de Charlotte y en muchos otros temas de zoología urbana. Y dije:
- Querido amigo, entonces habrá que matar para comer.
Heitor asintió. Así que ocupamos el resto del encuentro en formular un pequeño manual de caza mayor para aquellos cachorros que recién asoman a este mundo de lianas y criaturas comestibles.
A saber:

1) No se debe pensar mucho en la presa. Este es el mayor error del cazador inexperto. No importa como se ‘siente’ la presa, especular si ‘quiere’ o ‘no quiere’. La presa es tu enemigo.
2) A la presa no hay que dejarla nunca herida; a la presa hay que matarla. Una presa herida siempre se volverá en tu contra.
3) Nunca se debe confundir a la presa. Hay que dejarle claro desde el comienzo que antes que nada se trata de sexo y que sólo después del sexo se verá si hay algo más que se pueda criar. Cualquier inversión de esta secuencia puede hacer que la presa empieze a fantasear opciones riesgosas que pongan en peligro el acto sexual, ya sea porque cree que se trata de 'amor' y que debería comportarse de una manera más cauta o que se trata de 'amor' y huya disparada en otra dirección.
4) A la presa no hay que dejarla pensar. La razón es enemiga del cazador.
5) No se puede confiar en la presa jamás. Otra vez: la presa es tu enemigo. Nada de lo que diga un animal acorralado debe considerarse completamente cierto.

Según Heitor, este punto cinco es el que yo todavía no aprendí del todo bien.
- Vos todavía confiás en ellas –me dice-. Les crees cuando dicen que vos sos un hijo de puta porque te gustan otras, porque salís con otras, porque las engañás con otras. Aunque tengas un montón de justificaciones y atenuantes para querer hacerlo, en el fondo les crees que humanamente ellas son un poco mejores que vos porque no les pasa lo mismo. Pero yo sé que son iguales a mí. Y no tengo escrúpulos. He perdido toda inocencia.

4 comentarios:

Charlotte dijo...

Disiento con Heitor en el punto cinco, pero no puedo explicar exactamente porqué e intuyo que convencerlo de mí punto podría llevarme horas. Pero lo voy a pensar bien y le voy a exponer mí teoría, si sobrevivo en la jungla, claro está.

Bola Ocho dijo...

Entiendo perfectamente que no pueda estar de acuerdo con nosotros en el punto cinco: ninguna mujer podría y a continuación seguir viviendo como mujer.Es un instinto básico de preservación del género.

Pero le aseguro que espero con sumo interés la exposición de su teoría. Sé que como una víctima genuina del punto dos, habrá muchas cosas que se podrán aprender de sus argumentos.

Charlotte dijo...

esto hay que discutirlo. esperemos unos días como usted dice. todavía estoy hecha una loca de mierda.

Bola Ocho dijo...

¡Ay! Me ENCANTAN las locas de mierda...