viernes, septiembre 29, 2006

Ausencia.


Ayer se estrenó la película de Heitor, fue un éxito, en el festival no se habla de otra cosa. Y yo que creí que iba a ir a la función de la noche y de la nada iba a aparecer ella, por primera vez sola, alguien nos iba a presentar, yo le iba a decir que hacia tiempo que ya la conocía, y ella se iba a hacer la tonta y ocultarme que también se acordaba de mi hasta después de los primeros besos, me quedé con las ganas. No apareció. Y para colmo, la chica soñada de Heitor ya lo cagó con otro que encima es amigo suyo y cada vez que puede prefiere irse de joda por ahi en vez de estar con él. ¿Qué se le va a hacer? No es que el mundo no sea perfecto, sino que el romance se murió y algunos todavía no nos dimos cuenta.

miércoles, septiembre 27, 2006

Absolut Rio

Estoy en Rio de Janeiro. No hay como llegar a esta ciudad y no preguntarse que hace uno viviendo en otro lado. Es decididamente linda por donde se la mire. Uno va por la calle y se cruza todo el tiempo con personas de aire aristocrático, lo que no tiene que ver en absoluto con el dinero que tengan o no, sino con un charm que los cariocas actuales han heredado en línea directa del espíritu de la corte de los reyes portugueses fugitivos de Napoleón. Voy a un show de homenaje a uno de los mayores sambistas, Bezerra da Silva, que murió octogenario y me canso de ver chicas preciosas, chicas con onda, chicas que saben que tienen algo que todas las otras no tienen. Y ahi tambien me encuentro con el cadete de la productora, fumando un baseado. Eso es Rio. En Sao Paulo yo jamás voy a los lugares a los que podría también ir el cadete de la productora. Eso sucede porque aqui está la playa, que nos unifica a todos, donde el negro se junta con el blanco, el pobre con el rico, y el cruce de clases es cosa de todos los días. En el show, Bete Carvalho canta un tema famoso de Bezerra y y el público la acompaña sambando. El estribillo dice:
"Navio nao sobe no morro, doutor/ Aeroporto no morro nao tem./ Mas lá também nao tem fronteira, estrada, barreira/ pra ver quem é quem".

martes, septiembre 26, 2006

Iraqi Fashion Mall

Me gusta fijarme cual es la tendencia de la moda no por las revistas sino por lo que veo que la gente usa en la calle. Si uno presta atención al llegar a una ciudad o un país diferente, al cabo de unos días empieza a resaltar a los ojos un tipo de prenda, alguna combinación, colores, una actitud. A veces hay cosas que se mantienen constantes durante años; otras se van y después vuelven; en la ropa se manifiestan expresiones de ideológías, exhibicionismo de identidad, signos de pertenencia. Y últimamente he notado que un pueblo se viste como es, con lo difícil que puede ser pretender generalizar en este campo. Pero después de tres semanas en EEUU, haber visto que el estampado que se repite interminablemente en bermudas, camisetas, camperas, camisas y vestidos es el camouflage, no me parece un dato menor. Podrá parecer una frivolidad, pero bueno, aviso por si alguien todavía no se había dado cuenta: en Estados Unidos, la guerra está de moda.

domingo, septiembre 24, 2006

Para reflexionar.

Si Dios hubiese querido que los hombres y las mujeres fuesen amigos, no hubiera creado las manos.

sábado, septiembre 23, 2006

Educación vial.

Que diferentes pueden ser el tipo de mensajes de advertencia que se ven en USA de los que se ven en United Kingdom, a pesar de que en ambos lugares se hable en inglés. Son totalmente adecuados a cada idiosincracia. En la Highway 95, por ejemplo, leo un cartel luminoso que insta con entusiasmo patriótico: "Buckle up, Florida! It's the law." Nada me parece tan distinto de la mesurada advertencia del tube londinense: "Please mind the gap between the train and the plattform".

Mi Buen Miami querido, cuando yo te vuelva a ver...

El problema de que en South Beach ya haya casi tantos argentinos como cubanos, no es que sean peores porque sean compatriotas sino porque todos se comportan como si furan parientes de uno.
- ¿Me podés traer un cortado? -le pido a una moza de un restaurant de Alton Road al terminar de cenar. Creo que la chica es natural de Belgrano.
- Si, te traigo -me contesta-. Pero antes te pregunto una cosita: ¿cómo se llamaba "La Novicia Rebelde" en inglés?
- No sé.
El que me trae el pedido es otro mozo.
- ¿Qué es esto? - le digo apuntando a la taza enorme que me pone delante.
- El... cortado -contesta mirando que esté todo adentro de la taza.
- ¿En una taza grande?
- Si... -contesta dudoso.
- ¿De dónde sos? - le pregunto.
- De Argentina... de Adrogué.
- Entonces no me hinches las pelotas: esto es un café con leche, no un cortado. Sólo me faltan las mediaslunas.
Se rie y me doy cuenta de que todo le importa bastante poco.
- ¡Uy, tenés razón! Hace tanto que me fui que se me olvida como es.
Igual le digo que me lo deje, para no tener que esperar otro cuarto de hora. Ahi aparece la moza con una sonrisa de oreja a oreja. Y me dice a los gritos, mientras deja un pedido en otra mesa:
- Ya averigüé: "The sound of music", así se llamaba. Qué loco, ¿no?

jueves, septiembre 21, 2006

9 - 21

Llegó la primavera. Que se cuiden las flores. Terminó el sueño del invierno y en cualquier momento vuelven las abejas asesinas.

martes, septiembre 19, 2006

La llamada del Amor.

Almuerzo de domingo en el Ritz con Patricia Z. , Estevan y Heitor. Sale el tema del amor. Yo comento por encima de que se trata el cuento de Raymond Carver que se llama “De que hablamos cuando hablamos de amor”. Pero la presencia de Patricia es una tentación para ponerse ligeramente groseros. Como dice Estevan, “no hay mesa de hombres que este completa sin Patricia”. Así que Heitor abre el fuego.
- Para mi el amor es “una pija dura y una concha mojada”.
- ¡Ah, que bien! –digo yo- Con ustedes Heitor D., director de cine y artista sensible.
- No –interrumpe Estevan- Como decía Schopenhauer, el amor es “la llamada de la próxima generación, susurrando ‘andá, es con ella’ en su voluntad de existir”.
- A veces yo siento que en vez de un susurro es como un griterío que me aturde –comento-. Y me manda al frente con más de las que puedo soportar.
- Es que las nuevas generaciones vienen cada vez más poderosas –dice Heitor.
- Ni hablar –sigue Estevan que se acaba de separar y aún sufre- A veces me imagino a mis espermatozoides formados como una legión, con los brazos en alto, golpeando las espadas contra los escudos, bum, bum, bum. Y yo gritándoles: “¡Paren muchachos! ¡Todavía estoy de luto!”
Después de un rato de reírnos, Patricia trata de hacer complicidad conmigo desacreditando a Estevan y Heitor porque (dicen) que cogen sin forro. Yo la miro impasible y Patricia salta con la boca abierta.
- ¡Ay! Vos también sos como ellos. ¡Qué desastre!
Ahí empieza una defensa de el No Uso del Preservativo que acaba (como es natural) en el absurdo.
- Pero no vayas a creer que no tomamos precauciones, Patricia –le digo con gravedad y ella me mira interesada- Le hacemos bastantes preguntas a la chica para estar seguros de que no es riesgosa.
- ¿Qué preguntas?
- Bueno… como se llama, cuantos años tiene…
- De que signo es –agrega Estevan muy serio.
- Y el ascendente –completa Heitor-, que te da mucha más información para saber con quien te estás yendo a la cama.
- Ustedes son un desastre –concluye Patricia espantada.
De más está decir que el almuerzo de ese día es considerado un éxito desde todo punto de vista.

domingo, septiembre 17, 2006

La segunda parte de Casablanca.


“Casablanca” es para los hombres una de esas películas onda I Ching que sirven para que se agarre cualquier escena y se la aplique a alguna circunstancia de la propia vida que tenga que ver con la amistad o con el amor. Gracias a esa cualidad mágica que tiene, se han dañado generaciones enteras de hombres románticos desde 1950 hasta nuestros días.

Tal vez por eso nunca se filmó una segunda parte de “Casablanca”. O justamente porque no hubo segunda parte se transformó en una película de toque. No hay como saberlo, igual que con el problema del huevo y la gallina. Lo que importa de cualquier manera es que en este instante me propongo arriesgar una breve síntesis argumental de lo que podría haber sido “Casablanca II", la secuela, sin negar que en ello mucho me influyen las circunstancias de la coyuntura sentimental que atravieso.

Sería más o menos así. Después de vérselas negras con los nazis durante un tiempo, la guerra termina y Rick (Bogart) sigue con su vida y su café en el fin del mundo, ajeno al nuevo orden mundial, como ya era su marca de fábrica. A él nazis o aliados le dan lo mismo, es un lobo solitario y lo único que quiere es que lo dejen en paz con su amargura. Un día recibe una carta de Ilsa Lund (Ingrid Bergman) que le cuenta que las cosas con Víctor Laszlo, su marido, están bien. Él la ha perdonado y de nuevo son felices juntos, pero ella no consigue olvidarse de él. Rick acusa el impacto pero se rehúsa a contestarle. Quema la carta con el mismo fósforo que enciende su último cigarrillo y en una escena memorable, se toma una botella de bourbon en cámara y toca personalmente unos acordes de “As time goes by” pero disonante.
Pasan algunas semanas sin pena ni gloria y una noche, la mismísima Ilsa en persona se presenta en el Rick’s Café. Víctor Laszlo se encuentra de viaje debido a sus nuevas obligaciones con la reconstrucción de la Europa de posguerra y ella ha aprovechado la oportunidad para hacer el decisivo viaje hasta Casablanca. El primer encuentro con Rick se ve amortiguado (una vez más) por un encuentro previo con Sam. Ella ansia verlo pero resuelve esperar a que Sam le avise que está en el hotel. Aún tiene esa irresistible frialdad tierna que sólo Ingrid Bergman (y unas pocas imitadoras desde entonces) han conseguido tener.
Rick va a su encuentro con la decisión tomada de embarcarla en el próximo avión de regreso, pero al verla se desarma. Ella, que había venido a ver que es lo había aún entre ellos, descubre que en las cenizas aún hay llamas. Ninguno consigue evitar que se reavive el amor.

Pero ahora es que empieza la verdadera tragedia de “Casablanca II”. Ilsa no sabe que hacer. No quiere dejar a Víctor ni puede quedarse en Casablanca. Piensa, ¿qué futuro podría tener allí junto a un hombre como él? Rick sabe que el mejor lugar para ella es junto a su marido pero también piensa que para él tal vez sea la última oportunidad de ser feliz. Este signo de debilidad lo incomoda secretamente. No tiene mucho para ofrecer y a la vez lo tiene todo. Calla por no hablar de más y se marcha en medio de la noche, mientras ella duerme. Sorprendentemente, porque Casablanca está en un desierto, en las calles de la ciudad llueve tristemente mientras Rick vaga sin rumbo entre moros y mendigos.

A la mañana siguiente, Ilsa despierta y ve que esta sola en su cama. Busca a Rick que no aparece por ningún lado. Ni Sam ni ni el Capitán Renault saben de su paradero. Llega a la conclusión de que ha renunciado a ella por segunda vez y desilusionada se marcha al aeropuerto. Se seca las lágrimas mientras su avión despega y llega a París justo a tiempo para recibir a Víctor en el aeropuerto con su mejor sonrisa de esposa.

La vida del matrimonio Laszlo parece reanudarse con alegría. Los amigos y las obligaciones cotidianas se ven apenas ensombrecidas por ligeros momentos de distracción de Ilsa, en los que secretamente, su mente vaga lejos. Hasta que un buen día, Ilsa encuentra por azar un pañuelo de Rick en el bolsillo de su maleta. Es un pañuelo con el que él le secó las lágrimas la noche del reencuentro y que ella olvidó devolverle. Ilsa comete el error de olerlo y al hacerlo todos los recuerdos de Rick la atacan como una catarata. No sabe que hacer. Su corazón ha vuelto a jugarle una mala pasada.

Ilsa sale a caminar por las calles sin rumbo y en otra escena memorable, enciende un cigarrillo atrás de otro y bebe en un bar como nunca se había visto a una mujer hacerlo hasta entonces en la historia del cine. Casi de mañana y borracha, intenta regresar a su casa y en el camino se tropieza con un hombre que la toma de los hombros antes de que caiga. Es Rick.

Al principio cree que es su imaginación pero enseguida él la toma entre brazos y la levanta. A ella le parece que es como si bailaran sin que sus pies toquen el piso. Y así, casi desvanecida entre sus brazos, él la lleva hasta el hotel donde se hospedan y la acuesta en su cama. Aquella noche en que Rick la dejó durmiendo sola, se perdió en las calles para pensar y había resuelto hacer de cuenta que nunca la había vuelto a ver. Fue inútil. Después de su partida, fue Rick quien no consiguió olvidarla más y se sintió cada vez peor en su soledad. Durante los breves momentos de su borrachera, Ilsa cree que el mundo es perfecto y que podría quedarse toda la vida junto a Rick. Se aman y se juran eterno amor. Pero más tarde, saciadas las ansiedades y los anhelos, la realidad vuelve a golpearla con fuerza. Rick le cuenta que ha venido tras ella pero que ahora que está allí no se cree capaz de acabar con su matrimonio. Pero que necesitaba “vivir Paris, aunque sólo fuera una vez más. Para estar seguro de que no había sido sólo un sueño.” Rick sabe que si ella elije dar el salto corre el riesgo de vivir con el fantasma de Víctor Laszlo y su amor sincero oscureciendo el resto de sus vida. Y no está dispuesto a cometer ese error.

Acá es donde la película se me vuelve borrosa, como si me hubiese quedado dormido en el cine. A veces me parece que Rick renuncia a ella y se marcha nuevamente, con toda la elegancia y el dolor que la ocasión merece, para perderse a lo lejos en su rincón del Africa. Otras veces me parece que es el propio Víctor Laszlo el que toma cartas en el asunto y renuncia a su mujer al darse cuenta, con profunda tristeza, que vive en la cuerda floja con ella, en un amor que tiene mucho menos de tranquilo de lo que él querría. Pero las más de las veces la veo a la propia Ilsa, sonriente y segura de si misma, subiendo y bajando de los aviones que hacen el puente aéreo París–Casablanca, amiga de pilotos y azafatas que ya hasta la saludan por su nombre.

miércoles, septiembre 13, 2006

Casting aprobado.


El día que filmemos "Adventures of Bubu & Angeles in L.A., the true story", quiero a estas dos actrices para los papeles principales. Son perfectas. Y las encontré mágicamente mientras miraba unos foto logs después de una sesión de casting en donde todo salía más o menos mal. Esta probado que el Señor actúa de maneras misteriosas.

lunes, septiembre 11, 2006

Charlie Ming

Mi hermana tiene una amiga que se llama Ming Lee. Es una chica de familia china, pero nacida y criada en Los Angeles. Tiene un perrito pug también chino y nacido en América igual que ella que se llama Fenway, como el estadio de beisbol de los Red Sox del que ella es fanática. Su padre le hace al perro continuas demostraciones de afecto.
- Llega a mi casa -cuenta- y lo primero que hace es buscarlo al grito de '¡Fenway! ¡I love you!'. A ver si nos entendemos: mi padre nunca fue capaz de nada ni remotamente parecido conmigo en mis treinta y tres años de vida. Es desagradable.
Sus hermanos se llaman Barney y Lisa, y nadie sabe bien porque sus padres eligieron que solamente ella tuviera nombre chino. Pero cuando eran chicos, esto avergonzaba tanto a Barney que le decía a sus amigos que su hermana se llamaba "Charles".
- ¿Charles? -pregunto- ¿Cómo un hombre?
- Si
- ¿Cómo llamaban en la guerra a los del Vietcong?
- Si. Todavía sucede a veces que me encuentro con amigos de mi hermano que no veo hace veinte años y me saludan: '¡Charlie! ¿cómo estás?'. Es patético.
Ming Lee no sabe nadar. Y el único otro amigo chino que tiene mi hermana tampoco. Como el perro de Ming Lee tampoco nada, mi hermana sostiene que estadisticamente ya puede sostenerse que los chinos son incapaces de darse maña en el agua. Ahora habría que preguntarle al otro billón doscientos mil para que el estudio fuera más consistente.

Ella el Huracán.


Esperamos un huracán aquí en Miami. Parece que vuelve el temita de los ciclones y los anticiclones a mi vida. Es curioso. La naturaleza de repente comienza a ser sincrónica con mis estados de ánimo como en las obras de Chéjov. Dicen que este huracán se llamará Florence. Y yo, que estaba listo para ponerle otro nombre de mujer, por discreción me lo callo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido.

viernes, septiembre 08, 2006

Bye, bye Mr. Pasta

Bueno, la verdad es que ya estoy acostumbrado pero hoy terminaron de sorprenderme. Mi apellido no será difícil pero es lo suficientemente italiano como para que desde siempre, al 90% de la gente que lo pronuncia por primera vez le salga más fácil decir "Scapelleti" que hacer el esfuerzo de colocar las vocales correctamente. Siempre se lo atribuí a que los capelletis tiran, igual que la mamma.

Pero hoy, inesperadamente, tuvo lugar una verdadera revolución gastronómico nominal. Me mandaron un sobre en cuya etiqueta constaba que mi nombre era "Scalopini". Confieso que me en algún punto me emocionó pasar de primo piatto a secondo. Sienta un precedente difícil de volver atrás.

Pero si creen que aquí se termina el show de mis nombres del día de hoy, se equivocan. En la etiqueta que el valet parking del hotel se anotó mi número de habitación y la chapa del coche, también puso mi nombre... o lo que él escuchó que era mi nombre, cuando se lo habrán cantado por teléfono desde la recepción.

No se alarmen. No hay riesgo de perder mi anonimato si lo escribo aquí. Les juro que no tiene nada que ver con lo que se dijo en mi bautismo.

Para los del estacionamiento soy Acerolalete Acavio. ¿Qué tal? Chúpense esa mandarina, giles...

jueves, septiembre 07, 2006

Miami según Beigbeder

"Pamelasandersons de todas las tallas, jeanclaudesvandammes por todos lados. Todos somos ‘Friends’. Tomamos rayos UVA antes de extender nuestros rostros hacia el sol. Para resistir en un mundo así hay que parecerse a un bomboncito o a un actor de película porno. Nos drogamos porque el alchol y la música ya no bastan para proporcionarnos el valor necesario para hablar entre nosotros. Vivimos en un mundo en el cual la única aventura consiste en coger sin forro. ¿Por qué todos perseguimos la belleza? Porque este mundo es feo hasta la náusea. Queremos ser hermosos porque queremos ser mejores. La cirugía estética es la última ideología que nos queda. Todo el mundo tiene la misma boca. El mundo se muestra horrorizado ante la perspectiva de la clonación humana cuando, en realidad, la clonación ya existe y se llama ‘plastic surgery’. En todos los bares, Cher canta ‘¿Crees en la vida después del amor?’. De ahora en adelante tendremos que preguntarnos por la vida después del Hombre. Una existencia de sublimes criaturas pos-humanas, liberadas de la injusticia de la fealdad, cuya capital mundial sería Miami. Todos tendremos las mismas frentes arqueadas e inocentes, pieles suaves como el satén, ojos almendrados; y habrá un reparto general de labios carnosos, pómulos altos, narices respingonas (...) En el Coconut Grove un hombre saca a pasear a seis chihuahuas con correa y recoge sus mierdas con un guante de plástico (...) Nos damos cuenta de que en Miami estamos dentro de un anuncio gigante. Ya no es la publicidad que imita a la vida, es la vida que copia a la publicidad. Cadillacs de color de rosa con los bajos iluminados por neones vibran al compás de raps chicanos. Tanta belleza y riqueza sólo pueden provocar aturdimiento (...) El distrito Art Deco de Miami está situado al sur de la ciudad y junto al mar. Fue construido para los jubilados, en los años treinta. A principios de los cuarenta, muchos militares fueron movilizados a Miami ya que el ejército americano temía un ataque japonés sobre Florida. Luego, en 1959, la caída de Batista arrastró consigo una fuerte inmigración cubana. Así pues, Miami es una mezcla de jubilados (titulares de fondos de pensiones para los cuales los asalariados del mundo occidental trabajan durante años), de militares (que les protegen) y de cubanos (que les drogan): el cóctel perfecto. En los años setenta, la crisis del petróleo amodorró la ciudad. Parecía que estaba acabada, pasada de moda, hasta que diez años más tarde, en 1985, un anuncio volvió a lanzarla. Aquel año, Bruce Weber disparó una serie de fotografías para Calvin Klein en Ocean Drive. Inmediatamente, la publicación de aquellas páginas de publicidad en las revistas del mundo entero hizo que Miami se convirtiera en la capital mundial de la moda. Miami es una ciudad cuyo príncipe es un fotógrafo. Si los nazis hubieran tenido la fuerza de impacto publicitario de un lugar como éste, habrían asesinado a diez veces más personas (…) Seres sobre ruedas, cubanos cobrizos, gays en pantalón corto se deslizan por las veredas, con los ojos escondidos atrás de unos Oakley último modelo. Todas estas cosas no son contradictorias. Al final, los nazis han ganado: incluso los negros se tiñen el pelo de rubio. Luchamos por parecernos a la feliz Hitlerjugend, con unas tabletas de chocolate Galak por abdómen (...) Ocean Drive con neones que electrocutan a los fosforecentes transeúntes. El viento cálido arrastra los flyers de las fiestas que ya no volverán (...) Miami Beach es una gigantesca confitería: los edificios parecen helados y las chicas bomboncitos que a uno le gustaría dejar derretir debajo de la lengua (...) La gente es tan narcisista que sólo hace el amor consigo misma. ¿Qué es una jornada redonda en Miami? Un tercio de patines, un tercio de éxtasis, un tercio de masturbación.”

(“13,99 euros” de Beigbeder)

miércoles, septiembre 06, 2006

Harvey

Harvey tiene cincuenta y tres años y en su nariz de hombre duro de película se le notan los antepasados lituanos. Sin embargo él es de Jersey y hace más de una década que maneja autos para otros en las calles de Miami. “Todos los veranos me digo ‘este es el último’ –me cuenta saliendo del aeropuerto empapado del calor pegajoso-. Y todavía sigo aquí”. A Harvey no le parece que la existencia de las mujeres latinas sea una razón menor para que él no pueda irse de este rincón del paraíso. Eso a pesar de que no tenga éxito con ellas. “Creo –me dice- que les gustan sólo los latinos. O los que tienen suficiente dinero y da lo mismo. Antes de llegar aquí yo nunca había visto una mujer latina en mi vida y en mi primer trabajo tuve que ir a buscar a unas colombianas al aeropuerto. Cuando apareció la primera me dije ‘¿qué es esto?’. Pero atrás de ella apareció otra que hizo que la primera se viera como un perro”.
Mientras nos acercamos a la playa, iluminados por la luz afilada de la mañana caribeña, me cuenta que este país ya no es el mismo desde los atentados a las Twin Towers. Unas semanas atrás iba a Atlanta a jugar golf con unos amigos y en el aeropuerto lo trataron como a un terrorista por no tener pasaje de regreso, no llevar valija y no usar tarjeta de crédito.
- ¿Qué va a hacer a Atlanta? –le preguntaron de mala manera.
- Jugar golf.
- ¿Con quién?
- Con un amigo.
- ¿Qué hace su amigo?
- Y tus amigos ¿qué hacen? ¿Por qué carajo me hacen estas preguntas idiotas?
- ¿Por qué no lleva equipaje ni tiene pasaje de regreso? ¿Acaso piensa hacerse explotar con algún avión?
- ¡Dios, no lo puedo creer! No sé cuando voy a volver, por eso todavía no saqué pasaje de regreso. ¿Y desde cuando necesitaría una valija para explotar un avión? ¡Llevaría todos los explosivos escondidos en la pierna del pantalón! Y me evitaría todas estas preguntas idiotas.
Cuando estabamos entrando a South Beach, Harvey me dijo que unas semanas atrás se había enterado de que tenía una hija de veinte años. Había recibido un llamado telefónico de un número de California que no reconocía y la voz de la mujer del otro lado de la línea le dijo:
- Hola. Soy tu hija.
- Debe ser número equivocado, señorita –dijo Harvey.
Pero el número estaba bien. Lo había rastreado por la guía telefónica y después de un par de datos que le dijo, Harvey se dio cuenta de que todo encajaba. Entonces recordó a la madre, con la que no había estado más que un par de noches durante unas vacaciones en Colorado y que hacía dos años estaba inválida por un accidente. “Me hubiera gustado saber que estaba embarazada, que había nacido” –me dijo-. “La hubiera ayudado económicamente”. Ahora ella va a venir a visitarlo y él está nervioso. “Estudia medicina y cuida a su madre. Me mandó fotos. La nariz es la misma” –me dijo con una sonrisa y tocándose la suya-. “Sé que cuando la vea , me voy a poner a llorar como un chico”.

Despedidas

Pequeña,
fuma en dos ceniceros que yo le regalé.
Primero se acabó el cedrón;
Después el chocolate,
amargo.
Media botella de Maker’s Mark.
Se deslumbró con Marisa, con Lila, y hasta con Willy
también.
A todos los habrá escuchado tirada en mi sillón.
Al final descubrió que Leonardo y la Novia no se escaparían de su destino de sangre y eso,
creo,
que la perturbó.

Entonces cortaron el teléfono, las estufas se enfriaron y ella,
enmudeció.

De repente era su ciudad pero el que paseaba solo por sus calles era yo.
La cama es mía pero era la pequeña la que amanecía sola allí.
Y yo creía que no tenía corazón.

No es extraño que me recuerde
cuando ve esos afiches en la calle
de cosas que pueden ser lo que parecen pero también
no.
Yo le aseguré que cuando era en serio era en broma
y que al revés también.
Eso creo que la desorientó.

Hoy el que se iba era yo pero la que hacía sus valijas era ella.
Y le dije lo que decía el poeta:
“Nadie,
ni siquiera la lluvia,
tiene las manos tan pequeñas.”

lunes, septiembre 04, 2006

La casada infiel

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revólver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.”

Federico García Lorca, “La casada infiel”

domingo, septiembre 03, 2006

Certero ataque al corazon.

La pequeña me gusta mucho. Me di cuenta cuando con lágrimas en los ojos me dijo tiernamente que había elegido volver con su ex, "básicamente porque junto a él soy más feliz". Eso es lo que yo llamaría poder de síntesis en cualquier caso. Una sola entrada con la espada, nada más que argumentar, el toro que se desploma sobre sus rodillas. "Las niñas de esa tierra no se andan con vueltas", pensé en el instante. Después cogimos el resto de la tarde, nos despedimos sin ceremonias y quedamos en que ella me llamaría para (quizás) vernos nuevamente antes de que yo parta nuevamente.

Su llamado de hoy fue lo que me despertó cerca del mediodía. Me sorprendió con alegría. Tenía el propósito de que a mi no se me ocurriera ir a comer bondiola a un restaurant que es un clásico de mis domingos en Buenos Aires y que, parece, ahora es un clásico de ella y su ex. "Mi bondiola hoy se la come el otro", pensé en el instante. Pero después sugirió tarde y cena conmigo y todavía estoy esperando para ver si es un hueso que me tiró para que me quede mascando mientras la vida sucede en otra parte. Sólo el tiempo para saber. Las mujeres son un animal extraño. Nunca dejarán de maravillarme.

Carta de Patricia Kittin desde Barcelona-Pluton.

" Si hubieras visto ayer al loco que se acercó a la mesa en que estábamos con Irene y me soltó : 'Perdón. No pude dejar de escuchar que hablaba de libros.' Por la seguridad del tipo di por hecho que habríamos hablado de alguno; después recordé que no, pero en fin. El tipo siguió: 'Si uno lee algo en una época de su vida y aprende algo; y luego más adelante lo lee otra vez y aprende algo nuevo, ¿verdad?, y más adelante lo lee otra vez y parece completamente distinto, pero es el mismo libro, entonces ¿qué es lo que cambia?'. Ahí hizo una pausa y agregó: "Me meo". Y se fue al baño caminando misteriosamente, dejando la puerta abierta. Por supuesto cuando salió arremetió de nuevo: 'Si te miras al espejo y esa no eres tú, entonces a esa ¿quién la diseñó?' y varias cosas más que ya no recuerdo. Todo con un diente si y otro no, literalmente. Luego atacó a otra mesa y a continuación siguió desde la barra, hasta que uno gritó: 'Yo quiero de la cerveza que le dan a éste' y nos descompusimos."