miércoles, septiembre 17, 2008

La cotorrita estadista y los loros de mal agüero

En medio de la crisis financiera internacional que, según dicen, puede ser la más severa desde el colapso de 1929 en EEUU, la presidenta CK se despachó con algunos conceptos magistrales a lo Jacinta Pichimauida, la línea que a ella mejor le sienta.

A saber:

"Estamos viendo cómo este primer mundo que nos habían pintado en algún momento como la meca a la que debíamos llegar, se derrumba como una burbuja (sic) y aquí nosotros, modestos y humildes, los argentinos con nuestro proyecto nacional estamos en medio de la marejada, firmes."

"Estamos aquí, humildemente paraditos frente a otros grandes loros, que siempre pronostican caos y cataclismos. Estamos con un superávit comercial de $ 2244,9 millones, que es el mayor registrado, lo que habla de la solidez de nuestras cuentas, de nuestro aparato productivo, de nuestro sistema energético".

"Hay toda una tendencia cultural a prestar más atención a cómo se ve al país en el exterior que a la propia realidad. Hablan de nuestros riesgos, pero nadie habló del riesgo de Lehman Brothers, ni de tantos otros riesgos que hoy vemos como se derrumban".

"No es para alegrarse, es para avivarse de cómo es esto de la economía, de los pronósticos. Muchas veces lo que se dice son intereses encontrados entre el país que emite el informe y otro país".


Bueno, conclusión: en la economía todo es un problema de "cuales son los intereses de quien hace el informe", como en el nuevo INDEC. No hay que preocuparse, estamos bien. Es decir: estamos bárbaros. ¡Mejor que nunca! El mundo tiembla pero acá estamos en la burbuja argentina, que como todos saben es una burbuja que no sólo no se pincha, sino que tampoco se derrumba.

domingo, septiembre 14, 2008

Mi vida del revés



A los doce años yo ya tenía resuelto el problema de la vocación y a los quince había empezado a andar el camino hacia mi objetivo. Sin embargo, veintitres años después sigo en veremos con asuntos que tendrían que estar andando desde una década atrás. Como los soldados, empecé al pedo pero temprano. Viví una adolescencia llena de certezas y caí en un mar de dudas en la mediana edad.

Fui un niño con una familia normal: padres divorciados antes de cumplir los cinco. Sólo que tenía un padre que era como una madre y una madre que era como un padre. Mi padre era blando, me escuchaba, me cocinaba y me consentía. Mi madre era la dura; me regulaba el dinero, era el sparring de mis rebeldías y la viva imagen de la determinación.

Profesionalmente, primero tuve un excelente maestro pero un dudoso modelo. En la práctica me enseñó lo más importante de mi profesión pero su enorme talento le permitía ser vago, hedonista y cómodo; sin mucho esfuerzo se mantenía por encima de la línea de flotación, que era lo único que le importaba. Después de él tuve otro gran maestro, que me enseñó a refinar estéticamente todo lo que ya había aprendido y a subir un escalón. Pero, como modelo, en él finalmente sólo encontré egocentrismo paralizante, incapacidad de concretar y el uso de la inteligencia como cortina de humo para no tener que arriesgar un dudoso prestigio. En fin: los dos eran unos genios en lo suyo pero de prontuarios escandalosos. Aprendí todo lo que se necesita para poder realizar menos la decisión de tener que hacerlo. De ellos soy justo heredero.

Ya a los veinte años tenía una vida estable y organizada. Depto, auto, novia con hijo prestado. Veraneaba todo Enero y cobraba sueldo el cinco de cada mes. Ahora que soy un adulto cercano a los cuarenta no sé bien en que país vivo, un día estoy acá otro día allá, tengo gato en una ciudad y auto en la otra. Las estaciones me duran una quincena viajando de un hemisferio a otro a cada rato. Si en mi tierna juventud me comprometía profundamente en cada relación aunque fuera a durar un fin de semana, ahora tengo terror de comprometerme aunque estemos marchando hacia las tres Navidades juntos.

Me han dicho que antes parecía más viejo que lo que parezco ahora. No sé que pasa conmigo. Todo al revés, como en Japón. Al final resulta que soy como Superman Bizarro.

martes, septiembre 02, 2008

Olimpicas

El problema que yo veo con las Olimpíadas es que cuando se crearon en la Grecia antigua, el mundo era todavía muy nuevo y primitivo y no habían aparecido los deportes como Dios manda. O sea el fútbol, el basket, el volley, el tenis, el golf. Entonces yo me imagino a aquellos atenienses metidos en sus togas, sin saber que hacer –como los del COI en los días de hoy- y preguntándose: “¿con qué competimos? ¿qué podríamos premiar con una medalla de oro?”. Era difícil porque nadie sabía hacer nada como no fuera tocar la lira y pasear por el Partenón. Después de un rato alguien habrá dicho: “¡Ah! ¿Se acuerdan de aquel salame que se corrió cuarenta y dos kilómetros desde Maratón hasta Atenas para avisar la victoria sobre el ejército persa y después murió? Podríamos premiar algo así.” A todos les habrá parecido razonable. Y a continuación otro habrá propuesto: “Entonces también al que corre más rápido de acá hasta esa primera columna”. “¡Oro!”. “¡Y el que corre más rápido hasta la segunda columna!” habrá dicho otro que no quería ser menos pero no tenía ninguna idea a mano. “¡Oro también!” se habrán entusiasmado los muy incompetentes.
Así se llegó al punto en el cual un tipo que corre se puede llevar cinco medallas de oro por hacer lo mismo. Igual en la natación. Nadando de acá hasta allá, oro. De acá hasta un poquito más lejos, otro oro. Ahora desde allá hasta acá pero de espaldas, oro de nuevo. Me los imagino tan felices terminando la lista de habilidades a ser premiadas: a ver quien tira ese martillo más lejos, el que revolea mejor un disco, el que tira una lanza más lejos, el que salta mas alto, el que salta mas alto con una vara, en fin.
Ahora que el tiempo ha seguido su curso y han aparecido los deportes donde realmente hay habilidosos, resulta que se los premia con una sola medalla y a otra cosa. Entonces uno se sorprende de ver que mientras el nadador yanqui Phelps se lleva ocho medallas de oro y el corredor jamaiquino Bolt se lleva tres, a Messi le toca una, a Nadal una, a Kobe Bryant una y a Tiger Woods ninguna porque el golf no es deporte olímpico. ¿Acaso cada partido de basket que ganaron los del Dream Team no vale un oro? ¿Y los de la Selección argentina de fútbol? ¿Será que los del COI se dan cuenta del talento que hay que tener para ser uno de estos deportistas que, como están las reglas ahora, no tienen como ganar más que una medalla? Mi propuesta es que debería aplicarse, por ejemplo al fútbol, el mismo criterio de premiación que a la natación o al atletismo. ¿Gambeta a uno? Oro. ¿Gambeta a dos? Oro. ¿Gambeta a tres? Oro. ¿Gol? Oro. ¿Pelota en el travesaño? Plata. Con reglas justas, Messi habría ganado cuarenta y cinco medallas él solito.