viernes, agosto 25, 2006

Garota de Ibirapuera

A la piba me la había encontrado un par de veces de casualidad (en una disco y en un cine) y me parecía preciosa. Nunca tuvimos oportunidad de hablar, porque ella siempre estaba acompañada. Cuando le dije a Heitor que algún día esperaba encontrarla sola y poder hablarle, mi amigo sacudió la cabeza con expresión pesimista.
- No va a suceder –me dijo-. Ya conozco el caso. Hay una chica que hace tiempo que veo en restaurants, en discos, en bares y que me parece un sueño. No conozco a nadie que la conozca, siempre está acompañada, nunca jamás he podido ni siquiera cruzar una mirada con ella. Al principio confiaba en que tarde o temprano nos conoceríamos. Pero ya me resigné a que sea así, un espejismo imposible.
- Como en la canción “Coraçao Vagabundo”…
- Como en “Coraçao vagabundo”… “a lembrança de um vulto feliz de mulher, que passou por meu sonho sem dizer adeus…”
- “… e fez dos olhos meus um chorar mais sem fim”. ¡Que desgracia!
- Si –concluyó él.
Ayer fuimos a una fiesta. Estábamos atentos como dos animales en celo. De repente Heitor me miró y me dijo:
- Estoy en el punto en el que estoy dispuesto a cagarla.
- ¿Qué querés decir?
- Qué estoy dispuesto a enamorarme de cualquiera.
- Mierda.
Cinco minutos más tarde de esta invocación entró ella, el espejismo imposible de él, acompañado de un grupo que Heitor conocía. Resultó que era la hermana de una con la que había tenido una aventura pasajera dos meses atrás. El, excitadísimo, le contó la historia, la hermana liberó el área, y quince minutos más tarde estaban a los besos en la pista. Moraleja: todo puede suceder. Y más rápido de lo esperado porque esto encima es Brasil, aunque no se vea la playa ni haya carnaval de rua. En unos meses sabremos si finalmente la caga o no. O si aparece mi propio espejismo y me sumo a la debacle.

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