martes, enero 31, 2006

Las Malvinas deberian ser argentinas.

Vi “Iluminados por el Fuego”, la película argentina sobre la guerra de Malvinas que acaba de ganar el Goya en San Sebastián. La película no es nada del otro mundo pero las escenas de guerra son excelentes y consiguen transmitir la soledad y la angustia que debieron sentir los pobres conscriptos que fueron enviados al frente sin preparación, sin dirección de sus superiores y sin posibilidades de salir ilesos de la experiencia como no fuera por su propia maña. La película también arriesga una tímida explicación de por qué los veteranos de Malvinas, olvidados por la sociedad argentina y por los sucesivos gobiernos, fueron víctimas de la desesperación y la frustración. La estadística es contundente: ya son más los casos de suicidios de ex – combatientes que las bajas que hubo durante el conflicto que duró 74 días.
Pero lamentablemente, y como ya es tradicional, ideológicamente la película se empantana en los mismos lugares comunes que hacen que la sociedad argentina se comporte de la manera desfasada de la realidad en la que se comporta y que hace que como país seamos, en el mejor de los casos, un chiste. El director Tristán Bauer, en lugar de sostener la mirada aguda del artista que es capaz de observar (y expresar) la locura que fue que en 1982, un gobierno militar comandado por un alcohólico provocara irresponsablemente una guerra contra Gran Bretaña y luego pretendiera ganarla mandando conscriptos, que eran tratados como basura por los comandantes que no sabían tratar a los jóvenes de su país de ninguna otra manera, va más allá y completa su cuadro con el infaltable panfleto demagógico que podría titularse eternamente “Las Malvinas son argentinas”. Cuando los americanos purgaban en el cine las míserias de la guerra de Vietnam y sus graves secuelas no se justificaban después diciendo que esa guerra absurda era una necesidad geopolítica para detener el avance del comunismo en el sudeste asiático dentro del marco de la Guerra Fría. El horror de la guerra es el horror de la guerra y que las Malvinas sean o no argentinas no es el problema que hay que purgar. Detenerse a discutir ese aspecto enturbia el verdadero núcleo de la tragedia que fue esa guerra.

La justicia no es una característica del mundo. ¿Acaso Irak y Afganistán son de los EEUU o ellos tienen algún derecho de estar allí como fuerza de ocupación? ¿los Palestinos no tienen derecho a una nación en los territorios donde los israelíes no dejaron de hacer asentamientos en los últimos 35 años para que fuera cada vez más complicado? ¿Cuba no debería tener una chance de tener por lo menos una elección libre después de 56 años a pesar de lo carismático que sea Fidel? ¿Tiene lógica el bloqueo de EEUU a Cuba cuando tiene relaciones comerciales con otros países comunistas como China o el mismo Vietnam con el que estuvo en guerra 10 años? Todo es política y juegos de poder. La guerra de Malvinas fue un intento patético del Proceso para afianzar su alicaído poder y catapultar un imaginario liderazgo de Galtieri. La respuesta de Gran Bretaña fue la oportunidad de los conservadores de renovar su prestigio interno y su éxito la piedra angular de la perpetuación del poder de Margaret Thatcher en la década siguiente. La derrota aplastante de los militares argentinos fue la causa de un efecto positivo: que la democracia volviera en 1983. ¿Cuál es el tremendo valor de que las Malvinas sean argentinas si ni siquiera las empresas públicas lo son? La Patagonia está despoblada, montones de provincias sobreviven de la administración pública sumidas en el clientelismo político y sin que a nadie les importe su futuro. Cuando Gran Bretaña le devolvió Hong Kong a China en 1999 despues de 99 años de ocupación en virtud del tratado firmado en su momento, me acuerdo que en el programa de Mariano Grondona se discutió sesudamente si podía suceder lo mismo con la Malvinas. Yo no lo podía creer. Nadie parecía darse cuenta de que en Hong Kong vivían más de 6.000.000 de chinos y que en las Malvinas viven apenas 4.000 kelpers, que para colmo detestan la sola idea de que los traten como argentinos. De todos modos, en un comportamiento lo suficientemente delirante como para suponer que tienen más de argentinos de lo que les gustaría admitir, los kelpers insisten en la figura legal de la ‘autodeterminación’ como si fuera posible una nación autónoma que tendría menos habitantes que los socios plenos que tiene el club River Plate. Tampoco veo a los paraguayos haciendo presentaciones año tras año en la ONU para reclamar el territorio que les robamos nosotros y Brasil en la guerra de la Triple Alianza, que incluye la provincia de Chaco y el Mato Grosso. A propósito: ese conflicto terminó cuando ya iban 37 años que los ingleses habían ocupado las Malvinas.

Hace poco mi amigo Nacho estuvo en las islas haciendo un trabajo y me dijo que volvió muy triste. “Son un pedazo de roca miserable, con el suelo fangoso y un frío que te cala los huesos”, me dijo. Mientras, en las escuelas siguen lavándole el cerebro a los chicos con el versito “Las malvinas son argentinas” como nos lo lavaron a nosotros, que cuando vimos que los milicos habían ‘recuperado’ las islas en 1982 salimos a festejar y a saltar como en el Mundial ’78. ¿Para cuando la película en la que lo que mostremos crudamente sea como los argentinos fuimos víctimas de un delirio colectivo, grave y peligroso, que para peor se repite cíclicamente en nuestra Historia bajo otras formas? Porque no hubo ni uno sólo que levantara la voz y dijera “esto es una locura”. Todos nos creímos que eramos los campeones del mundo. ¿Acaso no nos habían dicho que era lo justo? “¿Las malvinas son argentinas? Siiiiiii, señorita.” Y esa es la explicación de porque la sociedad le dio la espalda a los ex – combatientes, de porque se suicidan, de porque se los niega: nadie quiere mirarse en el espejo terrible de esos muchachos dañados por nuestro delirio nacional. Ni siquiera Tristán Bauer, que los mira y después se escuda en el discurso automático del nacionalismo. Debe ser duro para los ex – combatientes aceptar que sus compañeros murieron y ellos arruinaron su futuro al pedo, persiguiendo una utopía nacional estúpida y por eso ellos son los primeros en tratar de darle un ‘sentido’ a esa lucha soberana. Es una tragedia bien argentina esta de las Malvinas, que no somos capaces de mirar de frente, y por eso me imagino que la película trata de ‘justificar’ tanto dolor, en la pretensión semántica de que un discurso pueda cambiar la realidad. Nunca oí a nadie decir: “ Las Malvinas no son argentinas, chicos. Son inglesas, porque ellos las ocuparon por la fuerza y cuando las quisimos recuperar de prepo, nos echaron y las volvieron a ocupar.” Los veteranos de Malvinas son como los locos en cualquier sociedad: se los esconde, se los aparta, porque son el emergente de la locura que es nuestra. Porque la guerra la hizo Galtieri pero la apoyamos todos. Empeñamos las joyas, tejimos bufandas, mandamos cartitas y chocolates, vimos el programa de Pinky y Cacho Fontana, fuimos a los recitales de rock nacional llevando un alimento no perecedero. Y no nos gustó ver que esos muchachos la perdieron porque todos nos creimos la pelotudez de que podian ganarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me siento una boluda escribiéndote sólo esto, pero la verdad es que lo unico que puedo decir es que tenés mucha razon y está muy bien escrito... me encantó leerlo.