martes, enero 10, 2006

Del amor

Un tipo que conocí que se llama Estevan (si, Estevan con "v", el chabón es brasuca) dice que él es un "monogámico secuencial": o sea muchas minas pero siempre de a una por vez. No sé que pensar de este ingenioso truco lingüistico. No tengo el temperamento de un Casanova. Cuando empiezo a encontrarme con varias chicas distintas en períodos de tiempo muy cortos, de repente y sin demasiada lógica, en la oscuridad de la intimidad, los rostros se me empiezan a mezclar, los olores se me confunden y se pierden las diferencias entre unas y otras. Y una vez perdido en esta niebla de sensualidades que son mías y no de ellas, suele ocurrir que una puerta se abre en la noche del recuerdo y todas las mujeres de mi vida se empiezan a fundir en la que tengo en mis brazos. En la presente recupero algo que tenía una pibita de mi adolescencia, o un olor que pertenece a otra que tuve solo una noche en el mar, la mirada triste de aquella que un día dijo adios sin explicar por que.
Otras veces trato con fuerza de enamorarme de una en particular y ponerme por encima de las circunstancias, siempre conflictivas de conocer a una mujer, abandonando los fantasmas de relaciones anteriores, aflojando el nervio y la ansiedad para descubrir si acaso ella sea la definitiva. Pero el temor al sueño siempre se interpone: "¿es de verdad ella o simplemente yo quiero que lo sea?". Porque a veces en los primeros encuentros se revela la crudeza de una diferencia que uno luego se empeña en ocultar, esforzándose para afinar y armonizar. Y con ella, la que no había sido desde el primer momento, misteriosamente se construye una relación destinada a fracasar tres años más tarde, tal vez por ese pecado original. Creánme que pasa: uno se ha dejado engañar por la necesidad de amar y por la tozudez de no aceptar que sentir tal vez sea más provechoso que pensar.
Pero otras veces hay algunas que dicen amarme y allí me pierdo. Soy sensible a su amor y no puedo ver si ese amor también existe en mí, independientemente de lo que les pase a ellas. Soy vulnerable a una mujer que dice que me quiere. Y en esos momentos creo que en realidad no amo a nadie y que sólo trato de verme reflejado en lo que ellas me devuelven, como un Narciso sin gusto propio, y pienso ingenuamente que al final tengo que elegirlas de acuerdo al entusiasmo que demuestren, en una suerte de competencia para probar quien me quiere más.
Nadia me dijo cuando le conté de mis dudas con respecto al amor: “No podés saber que te pasa porque nunca estás ahí con ellas para descubrirlo. Siempre vas un paso adelante. No tenés paciencia; siempre estás tratando de adivinar cual es el final de la historia”.

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