miércoles, noviembre 22, 2006

Brindo por las mujeres que derrochan simpatía


En el último encuentro que tuvimos con Estevan y Heitor nos dimos cuenta que los tres teníamos la misma edad –treinta y seis- y eso, ingenuamente, nos llenó de una curiosa satisfacción narcisista.
- Qué buena generación, ¿verdad? –dijo Heitor.
- Último coletazo del amor libre –observó Estevan- antes del advenimiento de las dictaduras más duras, tanto en Brasil como Argentina.
- Y no somos aquellos adolescentes dañados por la represión militar que ahora andan por los cuarenta y pico –continué yo- ni los desorientados veinteañeros de hoy en día, criados entre la desilusión de las utopías en los ’90 y la angustia de la globalización.
- Nosotros –se entusiasmó Heitor- somos los brotes crecidos en los ’80, una década perdida estéticamente pero llena de promesas.
- Cosecha del ’70 –dije en voz alta, pensando en que las bodegas saben identificar la calidad de sus vinos de acuerdo a los años en que la zafra de sus uvas fueron mejores.
A partir de ahí, como era previsible, pasamos al tema de las mujeres. Y de sus cosechas.
- Si me apuran no sabría quedarme con un sólo año en particular –dijo Estevan-. Pero por mi experiencia, diría que las mejores cosechas van desde la del ’83 a la del ’80.
- La del ’83 es extraordinaria –dijo Heitor-. Tiene el equilibrio justo de aroma y sabor.
- Y ninguna aspereza –agregué yo-. Sin embargo no se puede negar el encanto de algunos vinos más adultos.
- ¿Por ejemplo?
- Yo he probado deliciosos cosechas ’75, ’73 y hasta ’70. Aunque reconozco que cada vez se hace más difícil encontrar uno bueno.
- Es que se pican con facilidad –dijo Heitor-. Y los buenos buenos, no suelen estar al alcance de cualquiera.
- Esas cosechas serían siempre increíbles si los bodegueros cuidaran mejor de sus varietales –reflexionó Estevan-. Piensen: lo tienen todo. El tiempo de maduración, el color, el cuerpo, el bouquet. Pero se echan a perder como si nada. Y se vuelven avinagrados y desagradables al paladar por puro descuido.
- ¿Y que me dicen de un vino bien joven? –preguntó Heitor-. Yo he tomado algunos inolvidables.
- ¿Qué tan jóvenes? –nos alarmamos Estevan y yo al mismo tiempo.
- Máximo cosecha ’90, y sólo si es un caso excepcional. Pero es más fácil que haya oportunidades de probar los del ’87, ’88, y ’89.
- Y… -sacude la cabeza Estevan- siempre son una tentación y un riesgo. Suelen ser vinos muy llamativos pero poco rendidores.
- ¿En su relación precio – calidad? –pregunto.
- Exactamente. Te pueden enviciar y aunque de entrada te sorprendan, te cuestan la sangre de un ojo y no suele ser una experiencia genuinamente gratificante al cabo de cierto tiempo. El vino necesita asentarse para encontrar su equilibrio. Y uno debe cuidarse de ciertas formas de alcoholismo porque después se sufre.
- ¿Y que pasa con las cosechas del ’70 hacia atrás?
- ¿Qué tan atrás? –pregunta Estevan.
- Las de los ’60, por ejemplo. Aquellas que fueron concebidas en pleno auge del amor libre.
- ¡Ah! –se sonríe Estevan- Es que ahora ya no estamos hablando de vinos. Eso es cognac. O sea: si es bueno, es muy bueno. Pero si no, te arruina el estómago.

7 comentarios:

Charlotte dijo...

Bo por nada digo que el 70 fue una muy buena cosecha. Mirenos nomás!
leyó lo que le puse en mi blog sobre el estudio de Mendoza y los laboratorios Alex?

Bola Ocho dijo...

Si, si, ya lo leí, pero no se lo iba a contestar así nomás. Necesitaba más dedicación. Ahora ya está contestado.

Anónimo dijo...

qué lástima que ustedes a veces no sepan lo que es bueno... porque será verdad que cuánto más añejas a veces somos más complicadas, pero que tenemos mejor sabor y sabemos degustar más de lo que nos ponen delante, de eso, no hay ninguna duda.

Charlotte dijo...

Ya está contestado? Dónde? Sigo con intriga, Bola...

Bola Ocho dijo...

¡Ay Charlotte! Lea sus mails, mi amiga.

Charlotte dijo...

es que no llegó nada, mi amigo. en serio le digo.
charlotte_sometimes05@yahoo.com.ar

Bola Ocho dijo...

A esa dirección salió... pero no llegó, como muchas esperanzas.