miércoles, noviembre 15, 2006

Brazil in Casablanca



Si imaginamos que podría haber existido una secuela de "Casablanca", nada nos impide seguir viaje y fantasear con la tercera parte también. Después de todo, lo único que hace falta para que existan segundas - y terceras- partes, es tener éxito en la etapa precedente. Y éxito tuvimos, si señor.

Así que el principio de la tercera parte de la saga del enigmático Rick y la bella Ilsa nos encuentra en una playa paradisíaca de lo que parece más el noreste de Brasil que las costas africanas –filmar allí tal vez haya sido alguna necesidad de la producción que el departamento de arte no consiguió resolver adecuadamente, es difícil saberlo-. De cualquier manera está lleno de negros alrededor y toda la acción se concentra en la feliz pareja. Parece que Ilsa–en esa parte borrosa que siempre me es difícil reconstruir- eligió a Rick y este abandonó su cara de piedra, junto con aquella actitud de superado que le era tan propia, y se rindió a sus encantos. Verosímil o no, así es como están las cosas entre ellos al empezar esta nueva historia.

Menos melodramática que la segunda parte, la tercera edición de Casablanca es mucho más una película de aventuras que un retrato desgarrado del amor. Hay peligrosos viajes en avioneta sobre el mar azul, tormentas tropicales, tráfico de joyas de plata, encuentros con caracoles gigantes. En una escena de alto voltaje adrenalínico, Ilsa y Rick sufren el ataque de unas terribles moscas carnívoras, del que salen airosos a pesar de los momentos de angustia que les toca en suerte.

En esta secuela tampoco falta la apelación al sexo como gancho comercial. Durante una secuencia memorable, Ilsa entra al mar y se quita la ropa para nadar desnuda en los brazos de Rick. A continuación son despojados de algunas pertenencias que habían dejado en la playa, en lo que algunos críticos han querido ver una pobre maniobra del tipo ‘crimen y castigo’, elaborada por los guionistas para ser condescendientes con la censura puritana.

De todos modos, después de este delicioso primer acto, excesivamente dulzón para algunos espectadores ortodoxos de la saga, vuelven las separaciones -esta vez temporarias y circunstanciales-, las ansiedades y la falta de certezas respecto del futuro. Ilsa no está preparada para quedarse en la árida Casablanca y Rick sabe que sigue está aferrado a ese rincón del mundo a pesar de su falta de raíces. Promete viajar a Europa en cuanto le sea posible y en la primera separación esperanzadora de todas las Casablancas que se han filmado, ambos se besan en el aeropuerto con ternura, sabiendo que ya nada podrá separarlos realmente.

Pero al llegar de regreso a su casa, Ilsa descubre con espanto que es buscada por las autoridades migratorias. El mundo está cambiando a gran velocidad desde el fin de la guerra y las naciones olvidan rápido que alguna vez estuvieron unidas alrededor de una causa común. Ilsa debe entonces refugiarse en una morada inóspita, en un barrio peligroso donde no se siente segura pero en el cual es posible sortear la persecución política. No tiene dinero y pasa momentos de verdadera vergünza, como en la escena en la cual, al más puro estilo del neorrealismo italiano, sucumbe a la tentación de tomarse un helado y debe recurrir a la compasión de la heladera para que la deje marcharse sin pagarlo.

Rick se entera de esta situación desesperanzada y le garantiza toda la ayuda necesaria para salvarla. Pero la familia de Ilsa insiste en que se refugie en el pueblo donde creció, a pesar de que ella se niega a volver: es que el regreso implica el fin de toda esperanza de continuar con Rick. Los tiempos se aceleran, urgen las decisiones. En un giro inesperado de la historia, Rick planea la fuga de Ilsa rumbo a Casablanca. De esta manera, en una variación del tema final de la primera entrega, se invierte el sentido de la huida. Una idea argumental sencillamente soberbia.

A pesar de todo, Rick sabe que se trata apenas de una solución temporaria y que las cosas deben cambiar para poder continuar vivas. En otra escena de enorme emoción, Rick escucha el tango "Volver" cantado como flamenco y se pregunta si no habrá llegado el momento de mudarse nuevamente. Piensa: “Las cosas pueden ser distintas; el cambio constante, al final, es lo único que existe”.

Como la película todavía está en sala, no quiero arruinárselas contando de más y que desistan de ir al cine. Además como aún no terminó, el final-final, la verdad, no lo conozco. No lo conoce nadie. ¿Quién podría conocerlo? Sólo Dios, ese Gran Productor.

Pero él está en Hollywood.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Intuyo que un abogado gratuito especialista en temas migratorios (www.cels.org.ar o www.caref.org.ar) contribuiría a alguno de los múltiples finales felices de Casablanca III. Suerte.

Bola Ocho dijo...

Gracias, muyprincesa. La cosa está menos grave que lo que se ve en las películas.

Anónimo dijo...

Uno de los problemas de los abogados es que creemos que todo (o casi todo) se resuelve con un abogado, hasta las películas! En cualquier caso me alegro de que no sea tan grave.

Anónimo dijo...

tenemos que hablar, bola ocho. a ver si te ponés las pilas y vos tambien comprás una tarjeta y desembuchás cómo va tu vida. esto suena como un gran cambio... o será todo de Hollywood?