lunes, marzo 24, 2008

La realidad argentina

A veces no sé por que me irrito cuando veo que el oficialismo arrasó en las elecciones presidenciales de Octubre a pesar de sus mentiras descaradas sobre los índices de inflación y a pesar de su actitud tiránica atrás de la máscara de progresismo de los años '70. No sé para que me caliento tanto cuando no escucho a nadie rasgarse las vestiduras por las atrocidades de esta administración pero, si les tiran de la lengua, esos mismos todavía son capaces de hablar de la corrupción de Menem, del monstruo de la Convertibilidad y callarlo todo sobre la Alianza que nos iba a librar del mal y al final nos hundió en la peor crisis de la historia moderna. Digo que no sé para que me enojo, si este tema en la Argentina siempre fue igual. ¿Acaso Perón no fue el caudillo que más gente movilizó -y aún moviliza porque lo que importa es la imagen- sin que sus seguidores tengan la menor verguenza en proclamarse indistintamente de derecha o de izquierda? Para los extranjeros el fenómeno del peronismo es incompresible porque es genuinamente argentino. En paises serios no hay socialistas de derecha y conservadores de izquierda ¿Cómo fue posible que tanta gente embanderada atrás de ese movimiento -la palabra partido no le alcanzaba- se sintiera revolucionaria o anticomunista y se mataran los unos a los otros sin ningún tipo de duda sobre quien representaba realmente al peronismo? Creo que fue Dalmiro Sáenz el que dijo que los argentinos somos más estéticos que éticos, porque nos preocupa más como se ven los actos que su corrección. Es un signo más de nuestra tilinguería endógena. Nadie se detiene a pensar como son las cosas realmente, lo que importa es repetir lo que "queda bien", ya sea que las Malvinas son argentinas, que los asambleístas de Gualeguachú son defensores de la ecología, que Macri es el futuro Menem. A nadie le importa si en las Malvinas sólo viven kelpers que defienden con uñas y dientes su origen británica y que las perdimos militarmente dos veces (la primera de ellas antes de que nosotros mismos conquistáramos el Chaco paraguayo, durante la guerra de la Triple Alianza, y que ni soñamos en devolver); si los asambleístas de Gualeguaychú luchan contra unas fábricas que son más modernas y contaminan menos que cualquiera de las decenas de plantas pasteras instaladas legalmente en territorio argentino; o que Macri ya demostró su eficiencia dirigencial a pequeña escala, transformando un club devaluado como Boca Juniors en el único club que merece ser llamado institución entre todas las cuevas de delicuentes que hoy se agrupan en la AFA.
La clave es que en la Argentina la realidad no tiene ningún valor. Lo que importa es lo que se dice. Y en lo que se cree y se hace creer. En los años '70 una agencia de publicidad hizo una investigación sobre el gusto de los argentinos en materia de vinos de mesa, cuando esta aún era la bebida más consumida. Descubrieron que a la mayoría le gustaba el vino dulce pero que al mismo tiempo sabían que el vino de más calidad tenía que ser seco. Y entonces la bodega Crespi tuvo una brillante idea de marketing y se cansó de ganar plata vendiendo un vino dulzón que se llamaba Crespi Seco. En un país así, es lógico que lo que importe sea decir que la inflación es del 8,5% a pesar de lo que se ve en las góndolas de los supermercados; probar que uno es progresista persiguiendo a los fantasmas de los años del Proceso -que ya ni siquiera se agitan- para poder cerrarle la boca a jueces y periodistas sin que nadie pueda quejarse de autoritarismo; pagarle la deuda al FMI apenas para seguir contrayendo deuda -aunque a un interés mayor- con el compañero revolucionario Hugo Chavez, otro que ya se dió cuenta que lo que importa son las apariencias. Este es el país en el que Maradona llora en su despedida del fútbol diciendo que la pelota no se mancha como si se arrepintiera de si mismo pero después sigue de farra como si nada. Es que a nadie le importa nada. Ya lo escribió Discépolo en "Cambalache". Estamos todos metidos en la misma ensalada de frutas, delirando cada uno su propia fantasía. Perón decía: "La única verdad es la realidad". Justamente él. Que curioso me parece ahora ese axioma...

1 comentario:

TVgirl dijo...

cuanta verdad hay en tus palabras hermano mio!