sábado, marzo 29, 2008

¿Creer o no creer?

El razonamiento es simple, por eso tiene la ventaja de que lo pueden entender todos. Si el país crece sostenidamente hace años y ese crecimiento es usado por el Gobierno para una mejor distribución de la riqueza como dicen, ¿por que se maquillan los índices de inflación hasta niveles absurdos? Intervinieron el INDEC, echaron a todos los funcionarios que se negaban a falsear los datos de su trabajo y destruyeron un instituto que mantenía su prestigio de rigor estadístico hacia muchas décadas, con el sólo objeto de poder decir que en la Argentina de hoy la inflación casi que no existe. Porque de la inflación -que extraoficialmente se calcula del orden del 22% al 25%- se da cuenta cualquiera que va al supermercado, no hace falta consultar los datos del INDEC. Así que creo que en esto no hay necesidad de argumentar mucho. Todos podemos coincidir en que, por alguna razón, el Gobierno nos miente.
¿Pero cual es el propósito de esta mentira? El más elemental de todos. Se pretende convencer al electorado de que las cosas están bien aunque uno intuya lo contrario. Para lograrlo en algunos casos se manipulan datos, en otros se manipulan precios y cada vez que se puede se justifica cualquier medida o cualquier traspié invocando a algún monstruoso enemigo de la sociedad, ya sean los represores de los '70 en actividad nuevamente (?), la oligarquía golpista, los Estados Unidos imperialistas que se dedican a sabotearnos agitando causas relacionadas a valijas llenas de dinero que vinieron de Venezuela. Ese es en síntesis el programa de gobierno de la dinastía Kirchner, que en teoría política se llama "populismo". No le pedimos más plata al FMI -que controla las cuentas y el plan económico que se aplica como un gendarme- pero se la pedimos a Hugo Chavez, que no nos controla pero nos cobra intereses mayores. Por eso yo me pregunto, si ya nos dimos cuenta de que nos mienten con la inflación, ¿por que habría que creerse en el resto de las cosas que el Gobierno nos dice? Vemos que el Gobierno usa su fuerza, su capacidad autoritaria, y su rol de extorsionador, para fijar reglas para el mercado interno que contradicen la realidad. A los productores les pasa con sus productos exactamente igual que a la población con la canasta familiar que el gobierno a través del INDEC dice que aumenta a un ritmo que no existe para nadie. La diferencia es que los productores venden y el resto de la población compra. A pesar de que el barril de petróleo bate récords internacionales, la nafta en Argentina no aumenta; para que los ganaderos no exporten carne a un precio superior al de la fantasía argentina y nos quedemos sin carne, limitan las exportaciones de carne y obligan a vender internamente a un precio subvaluado. Lo mismo pasa con la leche, con el trigo y con todo lo que hace a la felicidad cotidiana de los consumidores argentinos. Pero ni así se consigue parar a la inflación que entonces debe ser escondida a cualquier costo. Ya vivimos fantasias parecidas -el Plan Austral, el dólar igual al peso- y nunca terminaron bien. ¿Cuánto tiempo aguanta un negocio perdiendo plata? Todo tiene un límite. Llega una hora en la que la soga se corta, empiezan a faltar los insumos, a mayor demanda que oferta los precios suben y eso acelera la inflación que tanto se quería combatir. En "Brave New World" de Huxley, un gobierno autoritario mantenía a toda la sociedad feliz através de diversos y originales mecanismos de manipulación que los hacian sentirse satisfechos. No eran libres pero se sentían bien. "¿Qué es lo que importa realmente?" argumentaba el ideólogo de ese estilo de gobierno. Todos viven en una burbuja, todos son felices. El problema es cuando la burbuja se rompe.

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