domingo, octubre 18, 2009

El Intelectual Argentino.

Renovando mi admiración por Tomás Abraham al ver esta nota, fui a su blog (http://tomabra.wordpress.com) y me encontré con esta otra. Que haya tipos como Abraham reaviva cierta esperanza de que ser Intelectual y Argentino al mismo tiempo no se traduzca necesariamente como ser un Pelotudo.


(...) La ley de Radiodifusión es una de las mayores mentiras que ha inventado nuestra clase política. Afirmar que hasta ahora hemos sido manipulados por un monopolio da risa. Quien escucha radio cada día, ve tele y lee diarios, sabe que en este circo mediático no falta ningún entretenimiento. En la AM entre la 530 y la 590 del dial, ahí nomás entre la izquierda de la viejas radios y un poquito al centro, podemos deleitarnos cada mañana con la pintoresca radio Colonia, la radio de las Madres, escucharlo a Luis d’ Elía en Cooperativa y desayunarnos con Magdalena, y todo esto sin haber llegado a aún a la 630 de radio Rivadavia ni a las delicadezas de Nelson Castro, el fascismo de Eduardo Feinmann, los retos de López Foresi, el terror de no ser progresista de Tenembaum y las maldiciones de Chiche.

Otra obviedad es hablar de la tele y de los cientos de horas de noticia gracias a los que ya estamos emparentados con Solá, Morales, Cristina, Lilita y todos los que comparten nuestra mesa o cama según comamos o durmamos con estos nuevos familiares en la pantalla.

Por supuesto que Clarín domina en la gráfica, pero lo hace por los deportes y las historietas y no por adoctrinamiento político. Lo que los gobiernos siempre se disputaron fueron los titulares de la primera página.

Desde que este “gran diario argentino” colaboró con la democracia al romper el pacto que tenía con el poder político, y tuvo que llevar micrófonos, fotógrafos y cámaras, para dar voz e imagen a cientos de miles que estaban en la calle y en la ruta, todo el mundo salta en contra del “monopolio”. Esta farsa muestra la decadencia de una cultura que estafa con abundancia. Una vez más se iguala venganza con justicia.

Los medios deben estar concentrados, si se los fragmentan en cooperativas, pueblos originarios, oenegés, no sólo no se multiplican las voces sino que no las escuchará nadie y estarán a merced de barones políticos, extorsionadores económicos y burócratas oficiales.

Grupo Fontevecchia, grupo Narváez, Vila-Manzano, Clarín, Pag 12, Grupo Saguier, grupo Haddad, Capital intelectual, Grupo Frisa, Telefónica, Sapolsky, todos estos grupos compiten entre sí, son poderosos, y aseguran que ningún poder arrase al débil con facilidad. Y sí, de acuerdo, al lado de ellos, bienvenidas sean cientos de FM’s, todo tipo de emisoras, miles de páginas de Internet, para todos aquellos que deseamos zafar aunque fuere por algunos minutos del show business de la noticia y del famoso caño tan mimado .

Un medio de comunicación comercial es una institución democrática. Depende de avisadores que no son otros que corporaciones importantes, pymes, comercios y fuerzas vivas de la actividad económica. Depende del rating de un público para que sus avisadores estén satisfechos, y deben ofrecer programas para que consumidores potenciales y clientes apuesten al medio. La democracia no es sólo escudarse en la palabras como pueblos originarios, espacio público y cultura nacional.

Limitar esta concentración para que el sistema oligopólico no se condense en una mano grande, está bien siempre y cuando no se rompa el sistema en nombre de esta falsa entelequia que nos habla de un pueblo ansioso de expresarse y homenajear su tradición nacional y que hoy no puede hacerlo.

No sólo es una posición falsa sino una victimización demagógica que siempre llora porque no honramos lo suficiente a nuestra historia y sus héroes, porque pasamos demasiada música extranjera, mucho enlatado yanqui, y que no gozamos del arte de nuestros valores, etc, etc, etc.

Este gobierno ha inventado algo genial: el sentimiento militante. Gente de aquella juventud maravillosa puede tranquilamente ignorar su panza, su calvicie, sus flojedades varias, tomar partido sin moverse de sus sillones y no hacer nada más que revivir viejas emociones. Les basta con odiar a Clarín, aborrecer a la oligarquía del campo, volver a condenar a los genocidas, eso y mucho más sin otro compromiso que “sentirlo” y decirlo en el café, en la biblioteca nacional o en los ascensores.

Tantos años de quietud politiquera nos han hecho añorar aquellos buenos tiempos en que todavía teníamos vigor. Sin duda, para muchos, los mejores años son aquellos, y la única experiencia que los dignifica es la de su mocedad. No tienen otro gran relato para sus vidas.

Y gracias a este nuevo ambiente creado por este gobierno tan militante, hay un sentimiento que podemos compartir, sin pensar, con el corazón, las canas y el grito, por qué no.

No se trata de cantidad, hay una sobreabundancia de medios, podrán redistribuirlos para que no falten en algunas zonas ya que sobran en otras, pero no hay ley que valga para mejorar la calidad de la información. Lo de Kraft y hasta la misma ley de lo medios, son un ejemplo.

(extraido de la nota "Acerca del divino botón", Perfil 10/10/09)

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