lunes, junio 05, 2006
Ninguna frente marchita.
En este post, una chica de viaje nos cuenta con pinceladas de talento, como si fuera una canción de Lou Reed, de los que se quedan. Esos que se quedan pero no son de ahí, aventureros y soñadores que ya no son de ninguna parte en realidad. Yo hace un tiempo que vivo en dos ciudades, tengo dos casas, dos cepillos de dientes, dos licuadoras y digo: no hay mejor estado para el espíritu que el de estar siempre yéndose. Como el péndulo, de acá para allá, con un ritmo constante, preparado para el cambio como dice el I Ching, antes de creernos que uno tiene 'raíces' como si fuera una planta y que es mejor no moverse mucho ni cambiar de maceta en el invierno. Uno siente la punzada de la ausencia al partir y al rato el entusiasmo por el cambio súbito de aire, por lo nuevo; o por lo viejo de siempre pero renovado, porque está renovada la mirada. Y como Troilo, es alucinante poder mandar: "¿Quién dijo que yo me fui de mi barrio? ¡Si siempre estoy volviendo!"
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