Nacho nos cuenta del fallecimiento de su abuela paterna con cara de circunstancia. Yo, que ya lo conozco bien, le digo:
- Ni sabía que existía tu abuela paterna. ¿Cuándo había sido la última vez que la viste?
- Hace un año.
- ¿Y antes que eso?
- Tres años antes.
- Así que, con un poco de suerte, completás unos cincuenta minutos de contacto en los últimos cinco años.
- Menos. Igual lo que me pasó fue muy fuerte. Yo era su nieto preferido y la fui a ver unas horas antes de que se fuera.
Todos nos sonreímos discretamente del intento de Nacho de hacerse el fino evitando decir “muera”, “falleciera” o cualquier cosa por el estilo. Justamente él que no se pierde una para ejercitar el cinismo. Veo que él mismo se tienta, así que le digo, con toda la intención de provocarlo:
- ¿Qué se fuera? ¿Qué se fuera a donde?
- En realidad no se fue. Se mudó… a Chacarita.
- …
- Se compró algo más chico...
- …
- Bueno… la verdad es que se mudó a un cenicero.
No cuesta mucho excitarle la imaginación negra a mi amigo.
viernes, enero 13, 2006
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