Acabo de ver “Monsieur Verdoux”, la primera película de Chaplin en que no hizo el personaje del vagabundo (¡ya sé que me demoré cincuenta y ocho años, pero hago lo que puedo!) y me quedé impresionado al comprobar que a pesar del tiempo pasado, la problemática de los Estados Unidos, de la industria cinematográfica y de los artistas hoy en día sigue tan complicada como entonces. Para los que no vieron la película, se trata de un proyecto original de Orson Welles, que ofreció a Chaplin el papel principal. Finalmente, Chaplin (que tenía un Ego difícil de guardar en una cancha de fútbol) le pidió a Welles que le vendiera el guión de esta “comedia de crímenes” porque él nunca se había dejado dirigir por nadie y no lo iba a conseguir a esa altura del campeonato. Así que filmó la película solito, modificando inclusive algunos papeles para que no hubiera otra actriz que tuviera un rol tan importante como el de él.
La historia de este asesino de señoras (tal el título original de Welles, “The Ladykiller”), estaba inspirada en el caso real de Henri Landrú, alias “Barbazul”, un burgués que se casaba con cincuentonas de cierta fortuna y las mataba para quedarse con su dinero. Del mismo modo, Monsieur Verdoux era un buen burgués casado con una mujer inválida y padre de un niño pequeño. Durante treinta y cinco años trabajó de cajero en un banco (“contando el dinero de los otros”, en sus propias palabras) hasta que la crisis del ‘30 lo deja en la calle sin mayores chances de encontrar otro trabajo decente. A partir de allí, empezaría una carrera de seductor criminal, usando “el cerebro que ya nadie quería, para emprender su propio negocio” e invirtiendo todo el dinero que ganaba en la Bolsa. Verdoux no tiene escrúpulos en robar y matar a todas las mujeres a las que desposa. Pero en una de las mejores escenas de la película, intenta probar un nuevo veneno que no aparece en ninguna autopsia dándoselo a una pobre mujer que acaba de salir de la cárcel, aunque aborta su plan al enterarse que la mujer tenía un marido inválido y que mientras él vivía ella encontraba que ningún sacrificio era en vano. Verdoux es cínico respecto de la condición humana y de la sociedad, y carece del optimismo de la mujer que acaba de salir de la cárcel, pero se ve reflejado en ella y le perdona la vida. Ella es una sobreviviente de la crueldad de la sociedad moderna igual que él. Cuando vuelve a encontrársela al final de la película, lo ha perdido todo con el derrumbe de la Bolsa y ella es la rica esposa de un fabricante de armas que ve crecer su fortuna día a día a la luz de la Segunda Guerra Mundial. Su mujer y su hijo han muerto (¿o él los ha matado?) y él se niega a aceptar la ayuda de la mujer que sigue convencida de que él es un filántropo que la ayudó desinteresadamente cuando ella no tenía nada. Juntos apenas toman un café frente a una pareja que baila un triste tango a la europea. Verdoux le cuenta que ya no tiene nada por que luchar, que su mujer y su hijo murieron y tienen el siguiente diálogo:
- Sin embargo están mejor donde están que en este mundo de miedo e incertidumbre.
- Veo que ha cambiado su cinismo.
- Desde que perdí a mi familia es como si hubiera despertado de un sueño. Verá: trabajé como cajero de un banco durante treinta y cinco años. Mi vida era monótona. Me pasaba los días contando el dinero de los otros. Y entonces ese ritmo se quebró. Un día me despidieron y perdí mi posición. Lo que sucedió después es pura confusión, una pesadilla en la que yo vivía en un mundo irreal. Un mundo horrible; y ahora me he despertado. A veces me pregunto si ese mundo realmente existió.
- Ha tenido una experiencia terrible pero no debe resignarse.
- La desesperación es un narcótico que sume a la mente en la indiferencia.
- Eso es la renuncia a la vida.
- Tarde o temprano todos debemos renunciar.
- Si, pero no antes de nuestra hora.
- ¿Por qué?
- ¿Tiene que saber la razón para todo?
- Ayudaría un poco.
- La vida sobrepasa a la razón. Por eso debemos seguir adelante. Aunque sólo sea para cumplir su Destino.
- ¡Mi Destino!
Después de tres años de vida criminal y sin mayores motivos para seguir luchando, Verdoux se entrega a la Justicia y es condenado a la guillotina. Al ser declarado culpable, dice en la Corte: “Respecto de que soy un asesino serial, ¿acaso no es algo que el mundo alienta? ¿No se fabrican armas con el sólo fin de asesinar a miles de personas? ¿No se han matado a mujeres y niños con todos los recursos de la ciencia?”. Este texto dicho en una película apenas dos años después de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki debe haber sonado como una nueva bomba en el corazón de los americanos.
A continuación, en su celda, esperando la hora final y hablando con un periodista, tiene lugar uno de los diálogos más feroces que yo haya visto en el cine contra el capitalismo y la sociedad que hoy vivimos.
- Oiga, Verdoux. Debe admitir que el crimen no paga.
- No a pequeña escala.
- ¿Qué quiere decir?
- Para triunfar en algo tiene que estar bien organizado.
- No querrá despedirse del mundo con ese cinismo, ¿verdad?
- Ser idealista en estos momentos sería inconguente, ¿no cree?
- ¿Qué es ese asunto del Bien y del Mal del que hablaba?
- Fuerzas arbitrarias. El exceso de cualquiera de ellas nos destruiría.
- “Demasiado” Bien nunca puede ser un problema.
- El problema es que nunca ha habido "suficiente" Bien para que lo sepamos.
- Vamos… deme una historia con una moraleja. Usted que ha sido el trágico ejemplo de una vida criminal.
- No sé como podría ser un ejemplo en estos tiempos criminales que corren.
- Usted ciertamente lo es, matando y robando gente.
- Esos eran negocios.
- Bueno… otra gente no hace negocios de esa manera.
- Sin embargo esta es la historia de muchos grandes negocios. Guerras, conflictos: son todos negocios. Un crimen te convierte en un villano, millones en un héroe. Los números santifican, mi buen amigo.
"Los números santifican" es una sentencia inapelable, la marca de nuestra era. Es imposible saber donde empieza el pensamiento de Chaplin y donde terminaba el de Welles, pero importa poco. El primero había sido el hombre más querido del mundo pero esta película sería el comienzo del fin de su vida norteamericana. La caza de brujas en Hollywood estaba empezando y él sería una de las mayores presas de las comisiones de actividades anti-norteamericanas del senador Mc Carthy, lo que acabaría con su auto exilio en 1952. El segundo había sido el niño mimado de Hollywood y a partir de un triste malentendido se transformaria en el director eternamente condenado por los números, a pesar de haber dirigido la película aún hoy considerada el mayor ícono del cine. Los órganos de censura de la industria cinematográfica atacaron "Monsieur Verdoux" desde la fase de guión y trataron de impedir que fuera filmada. La crítica la despedazó el día de su estreno y fue un fracaso comercial en los EEUU.
En las notas previas de Chaplin sobre la película se lee que “cuando no hay hechos, los sentimientos prevalecen”. Que “cuando todo el mundo se vuelve contra alguien, ese alguien se vuelve un santo”. Y que “es más importante entender un crimen que condenarlo”.
domingo, enero 29, 2006
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