martes, julio 11, 2006
¿Y desde cuándo las despedidas son felices?
Se terminó el Mundial y como siempre, unos pocos festejan y muchos sufren. Ahora se viene el bajón post Mundial y ya todos sabemos como es: un vacío difícil de llenar. Canchas feas, jugadores malos dándose patadas los unos a los otros y cada tanto metíendola en el arco con cierta tosquedad. Los riverplatenses en una semana tenemos continuación de la Copa Libertadores, con tan pocas ilusiones de quebrar al duro Libertad en su casa como las que tenía la Selección de vencer a los germanos en su bunker. Pero hasta entonces seguiremos teorizando las razones de porque Italia es el campeón, de porque perdimos de nuevo una chance de mostrar que eramos los mejores y de la triste expulsión de Zidane once minutos antes de terminar el último partido de su carrera.
En un gesto poco frecuente, la FIFA le entregó el Balón de Oro al mejor jugador de la Copa a Zizou a pesar de su reacción violenta. Como se tomaron un día más para pensarlo y todos especulaban con que vendría cantado que sería para él, pero que después del cabezazo a Materazzi se iban a dar vuelta como una tortilla y se lo pasarían a cualquier otro con tal de no premiar a un jugador con 'conducta anti-deportiva'. Pero al final igual se lo dieron a él. Sorpresa para todos. Juego plata a que para que eso sucedira no pesó tanto que Zidane hubiera seguido siendo el mejor jugador del Mundial, aunque le hubiera pegado un cabezazo a cada uno de los jugadores italianos, como que es argelino (léase 'inmigrante del Tercer Mundo' encima africano) y que todos imaginan que su reacción desmedida e irracional sólo se podría entender si fue respuesta a un comentario racista del jugador italiano. Ergo, toda la gilada concluye: "tiene que haber sido un comentario racista". Así que todo estaba tan al límite de pecar de 'políticamente incorrecto' que a la FIFA le debe haber dado miedo meterse en un bolonqui y prefirieron premiar lo más obvio: el mejor fue Zidane. Total el campeón ya era Italia y nadie de los azurri se iba a poner a reclamar por una huevada como el Balón de Oro. Y menos Materazzi, que no lo ganaría ni que haciera cien goles más como los que hizo en la final.
Me parece una huevada. Creo que cualquier insulto, racista o banal, hubiera encendido su ira en ese instante. Son muchas las cosas que debían estar pasándole como en un torbellino. "¿Qué le pasó?", preguntan todos. "¿Es tan difícil de entender?", devuelvo la pregunta. No puede ser feliz despedirse de un juego que uno es capaz de practicar con tanta gracia. Maradona fue incapaz de descubrir como se hace. Me imagino que es como renunciar a un don. Unos minutos antes de ser expulsado, Zizou había dado otro cabezazo, pero a la pelota y en dirección al arco, que Buffon tapó para negarle al pelado genial su chance de terminar con toda la gloria. Me imagino que en ese momento supo que la pelota no iba a entrar nunca más. Y debe haber recordado que ya no habría otros partidos para que entrase. Debe haberle dolido. tal vez intuyó que para poder dejar ese partido y el juego para siempre lo iban a tener que echar de la cancha, que nunca iba a conseguir irse solo. ¿De que otra manera podría haberse ido Zidane? ¿Campeón? Ya sabía que no iba a ser campeón, y que en el fondo no hubiera sido una despedida acorde al dolor que corresponde a toda despedida. El está más cerca de la estirpe de los locos inspirados como Maradona, de los Cantoná y de los Garrincha que de los pragmáticos Pelé, Beckembauer o Platini. Al final Zidane, que enrriqueció el fútbol con su temperamento y su frialdad para dibujar lo imposible, se despidió a puro temperamento, perdiendo la cabeza, la línea, la corrección. Sufriendo y haciendo que todos los que lo amaron y amaron su talento sufrieran con él. Pasen y vean: así se siente uno cuando todo se termina para siempre. ¡Qué triste debía estar para comportarse así a once minutos del final! Pero estoy seguro que igual no se veía saliendo de la cancha para ir a patear penales en fila india o en un cambio intrascendente por algún suplente, como sucedió en el partido de la primera ronda en el que todos especularon con que podría haber sido el último. Para que se fuera Zidane lo iban a tener que echar. Ahora quedará para siempre la imagen de él pasando junto a la copa sin mirarla, dolido pero indiferente. Pero para mi también estará la de Materazzi con galera de colores, queriendo metérsela abajo de la remera durante los festejos, como si se la estuviera robando.
El Rey ha muerto. ¡Viva el Rey!
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