Antes que empiecen a leer les advierto que el tono de este post es muy, pero MUY, revista Gente. Es de esos comentarios donde un factor intrascendente dentro de las circunstancias en las que está incluído, por una pirueta desbordante de frivolidad se transforma en el eje de la noticia. Me refiero al detacado del hecho de que alguien que hace algo notorio o público, que está en determinado lugar por mérito o azar, sea 'argentino', aunque haya renunciado a la nacionalidad, viva hace cien años fuera o nunca haya recibido ningún apoyo en nuestra patria para que sus compatriotas se enorgullezcan de repente de sus logros.
No vi la revista Gente de esta semana, pero me juego la cabeza a que apareció alguna nota que destacaba el hecho de que en la final de la Copa del Mundo hubo tres argentinos con un rol PROTAGONICO en lo que sucedió. A saber: el árbitro Elizondo, que a pesar de haber actuado correctamente, pasará a la historia por haber sido el que expulsó a Zidane en su último partido. El delantero Trezeguet (alias Pibe Calamar) que erró el penal decisivo para sellar la victoria de Italia. Y Maurito Camoranessi, que había prometido dejarse cortar las chuzas si salía campeón y se las cortaron en el césped del Olímpico de Berlín.
Estoy seguro que si yo escribiera en Gente, hubiera hecho algún paralelo entre el sentido de justicia de Elizondo, al que no le tembló la mano para expulsar a la estrella del partido y del Mundial (hubiera usado esas palabras, 'no le tembló la mano') y la recuperación de la dignidad y de esa misma justicia en la Argentina post crisis, a la que el mundo evidententemente reconoce y aplaude en la figura simbólica del juez elegido para la final. El título del apartado podría haber sido: "El mundo elige a un argentino" o "Los ojos del mundo atentos a las decisiones de un argentino". Después hubiera equiparado el dolor de Zidane con el de Trezeguet, al que no dejaron jugar en todo el Mundial y que entró sólo al final y para pagar los platos rotos. Ese era el tema, el detalle de verdadera tristeza, porque el protagonista del dolor de la final de alguna manera tenía que ser argentino. Misión cumplida. Pero hubiera hecho alguna mención a la diferencia de actitud ante la impotencia del joven criollito, bien educado por sus padres (que después de todo son franceses, ¿no?) contraponiéndola a la temperamentalidad del argelino que 'empañó' (una palabra clave) su calidad futbolística con un acto vergonzoso (aunque como argumento sea como mezclar manzanas con peras, no se debe olvidar que se trata de la revista Gente). Y al final hubiera elogiado la alegría del tandilense Camoranessi, el 'gesto' (esta palabra no podría estar ausente de ninguna manera en mi columna) de saludar a los de su pueblo mirando a la cámara de TV. No haría mención a que Camoranessi juega en la selección azurra porque vió que nunca 'en la vida de Dios', como diría un amigo mío, lo iban a llamar para jugar en la selección argentina. Así que un día dijo: "Yo a partir de hoy, mejor italiano". Y salió campeón del mundo, ¿qué tul? Oportunismo bien sucedido que no tiene lugar en la nota de esta semana, porque se trata de un protagonista argentino (aunque ahora diga que es italiano) y no tenemos tantos como para andar criticándolos. Esperábamos que fueran los once jugadores en la final, pero nos tuvimos que contentar con dos renegados y tres cuervos de pito y banderita. También teníamos a 'la argentina' que murió en el accidente de subtes de Valencia, pero el hecho no tuvo tanta repercusión como el Mundial y además ya pasó.
martes, julio 11, 2006
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1 comentario:
Este post, Octavio, está muy bien escrito. La verdad que el tema me importa un carajo, pero igual te quedó maravilloso.
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