Tiene setenta años y es vendedor de antigüedades. Viste bien y como buen caballero español, toma con excesivo placer. Estuvo casado muchos años con una mujer de Madrid. En esa época solía viajar por toda la península y fue así que empezó una relación secreta con otra mujer en Almería . Durante años él la llamó secretamente para sí “su amante” pero el título era una mera formalidad. Con ambas se había casado, mantenía dos hogares idénticos en cada ciudad y más o menos para la misma época, sus dos mujeres le habían dado una hija, a las que llamó Consuelo por igual para evitarse confusiones. La única diferencia notable era que la relación con la mujer de Almería había comenzado seis meses después que con la de Madrid y eso, pese a los veinte años transcurridos, la había congelado en su cabeza con el título de “su amante”.
La vida de don Julio transcurrió sin sobresaltos hasta que un día una carta deshizo su felicidad: ambas mujeres se conocían. Se habian dado cita en un bar, se habian preguntado todo y se habían contestado todas sus dudas. Había sucedido diez años atrás y después de recelarse un poco, acordaron no remover las aguas, y seguir viviendo como su marido habia decidido. Se escribian periódicamente y ambas cuidaban de don Julio con el verdadero afecto que sentían por él. Sus hijas se conocian también y aprendieron a mantener el secreto. Fueron veinte años tranquilos. Pero don Julio no soportó la verdad. Un día descubrió una carta prohibida y todo acabó para él. Había vivido toda su vida de una manera, y una simple hoja de papel le descubrió como lo habían engañado. Se despidió de ambas y nunca más convivió con una mujer.
viernes, julio 21, 2006
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1 comentario:
si hay algo que esta historia prueba, es que realmente no entiendo a los hombres.
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