“El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y esa es la causa de su desgracia (...) Las formas cambiantes de mi vida se entremezclan, pues, unas con otras. A veces, en mis momentos de prosperidad, me ha ocurrido tener que hablar de mis días de penalidades; y en horas de tribulación volver a los períodos de felicidad. La juventud entrando en la edad provecta, la gravedad de los últimos años tiñendo y entristeciendo los años de inocencia, los rayos del sol cruzándose y fundiéndose desde el momento de su salida hasta el instante de su ocaso, han producido en mis historias una especie de confusión o, si se prefiere, cierta unidad misteriosa. La cuna tiene algo de la tumba; la tumba, algo de la cuna; los sufrimientos se convierten en placeres, los placeres en dolores (…) No sé si esta mezcla complacerá o desagradará al lector. Nada puedo hacer para remediarlo. Es el resultado de mi cambiante fortuna, de la incoherencia de mi suerte. Sus tempestades no me han dejado a menudo más mesa para escribir que la roca contra la cual naufragaba (…) Si alguna parte de esta tarea me ha resultado más satisfactoria que otras, es la relacionada con mi juventud: el rincón más oculto de mi vida. En ella he tenido que revivir un mundo únicamente conocido por mí, y al deambular por aquel reino desaparecido sólo encontré silencio y recuerdos.”
(“Memorias de ultratumba”, Chateaubriand)
jueves, febrero 16, 2006
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