Desde que vivo en dos departamentos -en BSAS y en Sao Paulo- cada vez que viajo de allá para acá o de acá para allá se repiten ciertos rituales. Igual que otros -aquellos típicos del viajero amateur- se suspenden.
Por ejemplo, se suspende:
- el traslado del cepillo de dientes, del shampoo, del desodorante, de los perfumes, de la máquina y la espuma de afeitar, porque tengo uno de cada ítem en sendas ciudades. Lo mismo pasa con algunos utensilios domésticos, con las camperas, las remeras, los jeans, y los zapatos, salvo los que están en alta rabiosa y no quiero dejar de usar ni acá ni allá. Igual hace dos años que cada vez que compro algo que me gusta mucho, soy como los turistas argentinos ochentosos y su célebre "deme dos".
- llevar libros para leer, salvo el que está en curso; o los que voy a 'usar' como referencia o inspiración específica en los próximos días. Igual es sorprendente comprobar como hay autores que no terminan de asentarse en ninguna de mis dos bilbiotecas; y casi me siento como un promotor del intercambio cultural. A veces Manuel Puig y Bioy en los estantes de la rua Piauí, Clarice Lispector y Guimaraes Rosa en los de la calle Guido.
Y entre los rituales que se repiten están:
- la eterna duda sobre la cantidad de calzoncillos & medias que habré dejado en la ciudad a la que vuelvo. "¿Acaso hara falta que lleve los que tengo aquí?", me pregunto cada vez ante la valija abierta. Y al llegar descubro que no hacían falta las medias o que me quedé corto de calzoncillos. Siempre me prometo -inútilmente- que me voy a acordar de lo que dejé para no trasladar cosas al pedo la próxima vez.
- no olvidarme de llevar el cargador del celular del país que abandono, para poder usuarlo hasta estar en la escalera del avión (¡qué anacronismo!) y poder cargarlo para al llegar la próxima vez llamar a todo el mundo mientras espero la valija. Tener un mismo aparato allá y acá no entra dentro de las posibilidades. Es como en el fútbol: Argentina es Argentina y Brasil son ellos.
- llevar las zapatillas para correr, el reloj de ritmo cardíaco y la cinta del pecho. Eso apenas hasta la semana que viene, en que mi hermana me trae otro set de EEUU. Sin las zapatillas, claro.
- comprar cosas que tal vez no coma en el país de origen pero que me parece 'lo más' tener en la heladera del otro. Por ejemplo: contar en Brasil con queso cuartirolo, dulce de membrillo & batata, dulce de leche y mermelada de rosa mosqueta; y en Argentina con goiabada cascao, pimenta malagueta y cachaça de la buena. Si pudiera llevar mamao y fruta do conde y traerme pomelo blanco sepan que también lo haría.
domingo, enero 07, 2007
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