En enero del 2001, un basurero de una localidad de la costa atlántica se encontró 20000 dólares en un paquete tirado en un tacho. De alguna manera, él supo que el dinero pertenecía al dueño de un supermercado cercano. Parece que el hombre alguna vez le había hecho un favor y eso pesó para que el basurero, increíblemente, se sintiera en la obligación de devolverle el dinero. El asunto saltó a los medios y el basurero apareció hablando en la TV como un bicho raro y explicando su sorprendente gesto. Destacó lo bien que ese hombre se había portado alguna vez con él, explicó su convicción de que en la vida se debe ser agradecido, que es importante ser honesto, que así había sido educado él y que pese a las penurias económicas que pasaba había obrado de acuerdo a como había sido formado.
Pero lo más impresionante es que mientras contaba esto, lloraba. Me pareció que si él pensaba en su vida se angustiaba y no creía en la posibilidad de salir de ese destino. Como si no sólo hubiese estado impedido de aprovechar ese golpe de fortuna sabiendo el nombre del dueño del dinero, moralmente hablando, sino que en un sentido mucho más profundo, tenía la certeza de que todo golpe de suerte era ilusorio y que no había para él ninguna chance de soñar con una vida mejor.
Al revés de la mayoría que sueñan esperando el golpe de fortuna para cambiar su destino, este basurero lloraba al haber comprobado algo, que de alguna manera, siempre había sabido.
miércoles, marzo 22, 2006
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