domingo, marzo 05, 2006

Aguante Fellini

La discusión antagónica por naturaleza es: ¿gatos o perros? Los “ama perros” tienen excusas mecánicas para no gustar de los gatos, todos dicen lo mismo sin pensarlo como si fuera un casette - lo cual de alguna manera está acorde con la falta de inteligencia de los perros -. Que los gatos son interesados y traicioneros, en cambio el perro es siempre fiel, sin importar cuan duras sean las circunstancias. El lema es que el perro es “el mejor compañero”. Los “ama gatos” contestarían que los gatos son más parecidos a los seres humanos, en especial a las mujeres - sobretodo en que no se los puede dominar con la voluntad - y por lo tanto más inteligentes. Por ser parecidos a nosotros uno puede establecer una relación equilibrada con él, mas acorde a la que tendrían dos amigos. Si el trato es bueno, la relación es buena. Si uno la caga, entonces paga las consecuencias. Igualito que en la vida cotidiana. En cambio la amistad con “el mejor amigo del hombre” más que una amistad es una relación de amo y esclavo. La sociedad humana se ha enorgullecido de señalar la relación con el perro como la ideal. Pero eso solamente si nos empeñamos en verlo desde nuestro punto de vista imperialista. Ellos dicen: “Si uno no le dá de comer a su perro, el amigo igual estará al lado de uno. Si lo golpea, lo perdonará." Yo agrego: "Y será el alcahuete guardián si alguien nos amenaza o parece amenazarnos. No olvidar que la precipitación obsecuente es la característica principal del lame culo.” Pero de parte de ellos siempre habrá un comentario de desprecio al gato porque no es capaz de hacer ninguna de esas bajezas. Nadie parece percatarse de que son claras bajezas y lo indignas que son. Uno no diría nunca: “¡Que lindo, no sabés! El otro día estuvo Guillermo Santangello chupándome la mano toda la mañana para que lo fueramos a almorzar juntos. Lo mandé a la cucha y le grité que no molestara. Pero el dulce agachó la cabecita, puso mirada de carnero degollado y se tiró panza arriba en el piso. Yo no pude más que sonreir y entonces me volvió a chupar la mano pero más despacito. ¡Me compró! Fue tan tierno que me compró y mientras me comía un asado con fritas le tiré unos huesos secos que agarró en el aire y se tragó sin ni siquiera respirar. ¡Vos vieras lo contento que se puso! Saltaba y agradecía como loco. Al final me dejó toda la mano baboseada." ¿Qué hay de maravilloso en esa actitud? El gato en la misma situación se dá media vuelta y no nos vuelve a dirigir ni siquiera una mirada. Eso es dignidad. La humanidad lucha todos los días por eso; en los semáforos me piden dinero todos los días para luchar por la dignidad de los niños, de los ancianos, de los indios, de los sin tierra, de los sidóticos. Pero en los gatos lo llamamos interés o directamente traición. Somos como los sádicos. No vemos al masoquista al que flagelamos sino al encantador complemento de nuestros sentimientos más puros, el ying del yang, el queso de la pasta. Por eso digo: el que ama a los perros es la peor clase de ser humano y quizás no lo sepa. Es el sádico, el enfermo psicópata que cree que la normalidad se coteja con su carácter, el ángel exterminador, el que no permite la armonía del mundo, el que le niega la dignidad a los pueblos oprimidos, el nuevo Hitler, la semilla de la Muerte, el Gran Destructor.
Al perro hay que pasearlo como a un inválido. El gato tiene su propia vida y la comparte con nosotros si nosotros le proponemos un intercambio que lo satisfaga. Otro mal: aquel que ama a los perros, después sigue su impulso amoroso con los caballos. Otro animal servil, de proporciones aún mayores. Una bestia de servicio, amado como si fuera un hijo idiota. En cambio el que ama a los gatos, sigue con los felinos: el león, Rey de la selva; el tigre de bengala, la pantera negra. Todos animales independientes y poderosos, ante los cuales a los humanos se nos frunce el orto de sólo imaginar tener que enfrentarlos, como al mediocre servil lo descompone mirar a un hombre seguro de si mismo a los ojos porque lo enfrenta a su propia inferioridad. Animales que, si bien han sido sometidos (circos por ejemplo), nunca han abandonado la convicción de que lo que son obligados a hacer es humillante y esperan la primera oportunidad de rebelarse y arrancarle un brazo al domador. En cambio el caballo acepta todas las tareas más ingratas con docilidad hasta el fin de sus días: noria y arado, montura, sulky o mateo con anteojeras, hipódromo, carne de cañon en el ejército, etc, etc. Y termina siendo fiambre berreta o una figura de madera en la calesita. Fíjense que nunca van a ver un tigre en una calesita; y eso es porque transmite respeto.
La prueba de la inteligencia de los gatos: nadie consiguió hasta ahora que ocho gatos tiren de un trineo. O obligarlo a ir a buscar palos porque se dan cuenta que al traerlo lo volveremos a tirar lejos. El gato tiene clase, elegancia y personalidad. No le ladran a las hojas secas que se lleva el viento o a todos los peatones que pasan por delante de su reja. ¿Cómo respetar a un perro, un animal que mea un chorro cada cinco metros? Cincuenta metros, diez meadas. ¿No puede mear todo junto y al hilo? No digo que el perro no sea encantador. Los chicos mogólicos son encantadores. Pero no por eso decimos que los niños que actúan de acuerdo a sus preferencias son la reencarnación de Judas. Dicen que los perros son inteligentes porque aprenden a dar la pata o a hacer el muertito. Yo digo que los gatos son inteligentes (y aún más que los hombres en este caso) porque por ejemplo, cuando unos los alza para acariciarlos ellos se agarran con las uñas a la ropa. Eso es porque no confunden afecto con capacidad. Que uno los quiera acariciar no quiere decir que no sea tan torpe como para soltarlo y partirle el cuello contra el piso. El felino acepta el cariño pero se toma sus precauciones. Digamos, de un modo romántico, que teme que todo el inmenso amor que la persona tiene para darle pueda afectarle el funcionaminto nervioso provocándole algún espasmo torpe que sin duda lo terminará perjudicando sólo a él que está en sus brazos. Como leí en los comentarios anónimos del blog de Autobombo: “Nada más maravilloso que un gato; todo gato que se precie tiene que tener un artista en su casa. Y además los gatos son de izquierda y los perros de derecha; ¿o por qué piensan que hay perros policía y no gatos policía?”

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