Dos de cada

Hoy me hicieron notar que mi vocación irremediablemente geminiana de vivir en dos ciudades, tener dos casas, dos autos, dos empleadas domésticas -una tucumana, otra bahiana-, dos pavas, dos cafeteras y todo lo que compro repitiendo el mantra del "deme dos" de los argentinos en Miami en los '80, tal vez tenga menos que ver con esa dualidad que rige mi vida que con ser hijo de padres separados desde la más tierna infancia. Porque en mi vida, yo siempre tuve dos casas, dos autos, dos familias. Quien sabe, acaso termine mis días bígamo. Por lo pronto es un buen yeite para batirle al juez que disponga mi procesamiento.