He tenido la suerte de viajar por varios rincones del mundo. Y aunque algunas veces me hospedé en hoteles llenos de estrellas como la Vía Láctea y otras en sucuchos estrellados, hay una cosa tan común a todos ellos que ya es un cliché de la hotelería.
En los baños de todos los hoteles del mundo hay un cartelito que nos alerta sobre la gravedad de lavar toallas todos los días. El texto, que parece copiado del inglés al chino y del francés al turco sin cambiar ni una coma, con toda intención de hacernos sentir culposos, nos pide que imaginemos la cantidad de toallas que se lavan en los hoteles del mundo todos los días y la cantidad de jabón en polvo necesario para semejante operación de destrucción ecológica. A continuación, con la imagen de la selva amazónica arrasada y los delfines muertos en las costas de Groenlandia todavía fresca en nuestra mente, nos sugieren ser miembros activos de la lucha por un mundo mejor, colgando la toalla y usándola dos veces en vez de una.
Nada debe tener que ver con esta campaña que las toallas y su recambio sean gratis en los hoteles, y que no haya como querer cobrarlo. O que el jabón en polvo y la mano de obra sean caras; o que las toallas muy lavadas se desgastan más rápido y hay que comprar otras nuevas. Es por esa misma conciencia ecológica que lavar la ropa en cualquier hotel cuesta una fortuna. Se me ocurre que se podría empezar la misma campaña en los restaurants de los hoteles y pedir que la gente coma menos langosta o lomo, ya que hay sólo uno por vaca.
Hay pocas cosas tan irritantes como las falsas campañas por una buena causa. Si no pregúntenle a los iraquíes.
sábado, mayo 20, 2006
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