El fútbol es y será una de mis metáforas preferidas para cualquier asunto. Me gusta encontrar en las viscicitudes de ese juego tan popular y de sus protagonistas las acciones que puedan ser reflejo de otras acciones que se dan en la vida cotidiana.
Pero el fútbol y las circunstancias que lo rodean también son una repetición de la sociedad en la que tienen lugar. No hay que revolver mucho ni buscar metáforas para encontrar las implicancias, las similitudes, y los ejemplos.
La violencia en las tribunas, por resentimiento social o por espacio de poder, es fiel a las mismas luchas que se dan hoy en día en el espacio público con idéntico salvajismo. Pero lo que es nuevo y aún no deja de sorprenderme es lo que está sucediendo en River Plate en estas semanas. Un club que ya fue rico y competitivo pero que en los últimos años ha sido vaciado, desgüasado, socabado en sus cimientos por la corrupción que en la Argentina todo lo domina. Sus dirigentes deportivos y políticos hoy están en la mira de los hinchas y socios. Como las papas queman tanto, como todo señala indiscutiblemente la responsabilidad de algunos, y los fracasos no pueden esconderse más, estos dirigentes eligieron "dar la cara" como nos gusta decir, "hacerse cargo" públicamente de sus responsabilidades. Passarella lo hizo la semana pasada, el presidente del club José María Aguilar lo hizo ayer , doblando la apuesta y agregando que la responsabilidad de la ausencia de éxitos deportivos y de la violencia en las tribunas sólo deben achacársela a él.
¿Acaso estamos ante un nuevo amanecer de la sociedad, con tantos mea culpa? De ninguna manera. Lo novedoso es que estos "culpables" asumen su culpa y a continuación se sienten liberados de su responsabilidad sólo por haberla asumido. Ninguno renuncia, todos aclaran que no piensan renunciar, y atribuyen semejantes actitudes necias al "cumplimiento de la palabra empeñada" o a su "vocación de servicio", como si esperaran un premio por su nobleza. No las viven como lo que son, o sea actos de descarada indiferencia a los errores cometidos, exactamente igual que si un criminal confesara su crimen pero se negara a cumplir la pena correspondiente, argumentando no quiere "retirarse de la sociedad, porque va a dar la cara , que va a continuar trabajando a pesar de las críticas hasta el final". En fin: un gambito vergonzoso, un oxímoron que hasta en los niños más pequeños resulta ridículo. "Si me llevas a los jueguitos electrónicos -negociaba el hijo de seis años de una amiga mia con su madre- yo te prometo que después veo la tele y como un helado".
Evidentemente las técnicas de ocultamiento y disimulo de las propias responsabilidades varían, se perfeccionan, marchan al ritmo de los avances (y retrocesos, para el caso) sociales de cualquier grupo, nación o institución. "La ley se acata pero no se cumple" era la fórmula que usaban nuestros ancestros del virreinato cuando querían hacerle 'ole' a alguna disposición de la metrópoli que estaba demasiado lejos para hacerla cumplir. Hoy podría decirse que las responsabilidades por los errores flagrantes se asumen pero las consecuencias que deberían tener, no. ¡Eso jamás! Santo remedio. Así es fácil hacerse cargo hasta del asesinato de Kennedy.
Hace unos pocos años a todos nos robaron los ahorros confiados a los bancos sin ningun reparo. Durante un tiempo los políticos tuvieron que agachar la cabeza y retirarse a cuarteles de invierno, porque el grito unánime de "que se vayan todos" era ensordecedor. Se "hicieron cargo", se lavaron la cara y esperaron a que las olas parasen de romper. No se fueron todos y hoy las cosas ya están peor que ayer.
Un ministro japonés se suicidó el otro día porque tenía que declarar sobre ciertos desvíos de dinero. No creo que veamos algo similar por nuestras pampas ni para la Copa del Mundo del 2108.
martes, mayo 29, 2007
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